La historia de Noruega es larga y tortuosa; llena de luchas civiles con unos protagonistas más que conocidos en todo el mundo, pues ellos moldearon la historia del país: los vikingos. Uno de estos vikingos, conocido como Harald Cabellera Hermosa, ostenta el honor de no solo de ser el monarca con el reinado más largo de esta nación, sino el alma mater de la unificación de Noruega en un solo reino. Fue el fundador de una dinastía real y del reino de Noruega. Rey de reyes.
Hijo de Halfdan el Negro –que pertenecía a la Casa de Yngling– y de Ragnhild Sigurdsdatter –princesa de Noruega e hija de Sigurd Hart rey de Ringerike–. Como buen vikingo, se sentía como pez en el agua a bordo de un barco y navegaba por todas partes en incursiones y aventuras vikingas. Las incursiones, los saqueos, la colonización y el comercio llevaron a los vikingos a muchos destinos del mundo conocido y más allá, probablemente por la falta de tierras cultivables y contar con mejores armas; aunque hubo muchas bajas en esos inicios, los drakkar –los famosos barcos vikingos– les llevaron por el mar Báltico e incluso hasta el mar Negro y el mar Caspio, fundando a su paso múltiples ciudades y colonias (de hecho, Dublín en Irlanda fue parte de esa colonización vikinga, por ejemplo).
En aquella época, a principios de la Edad Media, el reino de Noruega estaba dividido en múltiples pequeños reinos. Todos ellos buenos navegantes, comerciantes, guerreros... movidos por mitologías paganas y ambiciosos líderes que, lejos de trabajar juntos, pugnaban por los mejores botines individualmente mientras dominaban las rutas marítimas del norte de Europa durante siglos. Así las cosas, el país lo formaban numerosos monarcas menores que no deseaban compartir sus conquistas ni sus territorios con los otros líderes.
El protagonista de esta leyenda también se dedicó a conquistar los diversos reinos menores de Noruega durante su juventud mediante una serie de batallas pero tenía un ambicioso plan en mente: se propuso unir a todos los monarcas menores en un solo reino y, hasta que no lograra su objetivo, no se cortaría el pelo, de ahí el origen de su nombre, según Snorre Sturlason, escritor de sagas e historiador islandés. Aunque muchos expertos exponen que, en realidad, es probable que fueran los antiguos mitos de los gobernantes germánicos los que llevaron a Harald a no cortarse el cabello, ya que el cabello y la barba estaban llenos de poder y fuerza, según estas leyendas.
En la segunda mitad del siglo IV, los vikingos no solo se dedicaron a saquear por el Atlántico Norte, sino que algunos de ellos también se asentaron allí para establecer sus propios asentamientos y territorios, como en las Islas Británicas, el norte de Francia o Groenlandia.
Aunque como ocurre con la historia vikinga, cuesta discernir entre qué es realidad y fantasía, lo cierto es que fue coronado rey de Noruega con tan solo 20 años tras ganar la Batalla de Hafrsfjord, parte de la actual Stavange, alrededor del año 872. Fue un momento decisivo en la historia noruega, sobre todo en el proceso de reunificación del territorio.
Las sagas cuentan que Harald, tras heredar Vestfold y las Opplands de su padre Halfdan el Negro, se alió con el conde de Hålogaland (que era como se conocía el norte de Noruega). Consiguió unificar pequeños reinos rivales y, aunque siempre hubo disputas entre los diferentes clanes, los grupos individuales se unieron cada vez más para formar comunidades más grandes. La batalla de Hafrsfjord entre la principal oposición de Harald que era Sulki, el pequeño rey de Rogaland y su hermano, el conde Soti (junto a Kjotvi el Rico, rey de Agdir y su hijo Thorik Haklang, Eirik, rey de Hordaland, y los hermanos que gobernaban Telemark, Hroald Hrygg y Hadd el Duro, fue el punto de inflexión de cara a su objetivo de unir toda Noruega en un único reino. Venció.
Finalmente, Harald logró extender su dominio por Escocia, las Islas Hébridas, las Órcadas y las Shetland continuando con el camino que su padre ya había iniciado. Y es que su padre había llevado a cabo un sometimiento cuidadoso y estratégico de los reinos menores que lo rodeaban allanando el camino para el futuro. Tras esta batalla se autoproclamó Rey de Noruega, aunque en ese momento solo controlaba la zona costera occidental (“Vestlandet”). El gran plan de unificar los pequeños reinos bajo un solo estandarte se había convertido en una realidad gracias a impresionantes tácticas de guerra y astucia política.
Aunque en principio toda Noruega se unificó bajo un solo rey, pasarían años antes de que se estableciera una estructura de gobierno permanente y estable, algo que sucedería con el hijo de Harald, Haakon I, conocido como Haakon el Bueno. Harald falleció en el año 932 d.C., y, durante sus 83 años de vida tuvo varias esposas y numerosos hijos (más de 20), según las historias. Los más conocidos son, precisamente, Haakon I y Erico I (apodado 'hacha sangrienta'). Durante unos 500 años, la mansión real de Avaldsnes fue la sede real de los reyes nacionales: de Harald y sus descendientes de la que en 1986 se descubrió un rastro físico de su existencia. La era vikinga en Noruega llegaría a su fin con la introducción del cristianismo que fue un proceso largo y laborioso.
[Fuente: Sarah Romero para historia.nationalgeographic.com.es]
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