El primer vuelo con éxito del autogiro de Juan de la Cierva, sucedió el 9 de enero de 1923 en el aeródromo de Getafe.
Juan de la Cierva, que nació en Murcia el 21 de septiembre de 1895, sintió desde muy joven un gran interés por la aeronáutica y por los principios que rigen la sustentación de los aviones. Realizó los estudios de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, y aunque nunca llegó a ejercer como tal, le aportaron la base matemática y de cálculo suficiente para continuar con su verdadera vocación, la aeronáutica.
Su proyecto fin de carrera consistió en el diseño de un biplano trimotor que fue el primero construido en España. La presentación se llevó a cabo en el aeródromo de Cuatro Vientos y debido a un fallo humano del piloto acabó estrellándose.
Este y otros muchos accidentes que venían produciéndose sembraron en Juan de la Cierva la inquietud por mejorar la seguridad de los aviones en los momentos críticos del despegue y aterrizaje, en donde la entrada en perdida por baja velocidad suponía un gran riesgo.
Entre muchos de sus diseños destaca el prototipo construido en el año 1920, bautizado como “Cierva C-1”, que sería el que le lanzaría a la fama internacional. Fue patentado en España con el número de patente ES 74.322 y publicada en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial (BOPI) del 1 de octubre de ese mismo año. Sin embargo, no fue hasta el cuarto prototipo, el C-4, donde pudo superar las dificultades técnicas y conseguir realizar con éxito el primer vuelo, un salto de 183 metros que demostraba la validez conceptual del diseño.
Las pruebas tuvieron lugar en Getafe el 9 de enero de 1923, certificadas oficialmente por el Laboratorio Aeronáutico de Cuatro Vientos creado por Emilio Herrera. Después continuaron, ahora ya con el apoyo institucional, a través de la Aviación Militar Española, hasta culminar con un vuelo entre ambos aeródromos.
Acababa de nacer el autogiróptero, nombre con el que se le denominó inicialmente y que después se abrevió como autogiro, quedando registrada la marca con el número 49.038 y publicada en BOPI del 1 de abril de 1923.
El concepto del autogiro, vigente hasta la actualidad, se basa en un sistema de autorrotación con palas articuladas unidas a un rotor vertical que garantiza el vuelo aun cuando la velocidad es muy baja. Este principio es el que después se utilizaría con éxito en el desarrollo del helicóptero.
Juan de la Cierva fallecía prematuramente en un accidente de aviación en el aeropuerto británico de Croydon, el 9 de diciembre de 1936. Su legado es indiscutible y de reconocimiento universal, suponiendo un importante impulso al conocimiento y desarrollo de la aviación.
[Fuente: acami.es]
Primer asesinato de la historia... hallado en Atapuerca (aprox. 430.000 a.C.)
Se ha cometido un crimen. De hecho, se trata del primer asesinato de la historia. Para muchos el caso podría estar resuelto desde hace mucho, tomando a Abel como la primera víctima a manos de su hermano Caín. Pero nos faltan evidencias que lo confirmen. En cambio, el yacimiento de Atapuerca nos tenía reservado un caso por resolver.
Si crees que la justicia funciona muy lenta, acércate a ver el trabajo de un paleontólogo estudiando un asesinato de hace 430 000 años. Veinte años tardaron en reconstruir un cráneo a partir de 52 fragmentos. El individuo es conocido como Cr-17 y presenta dos fracturas idénticas en el cráneo. La investigación del caso ha determinado que fueron producidas por un objeto contundente que acabó con la vida de Cr-17. La sentencia ha tardado solo unos cientos de años en llegar, sí, pero ahora incluso sabemos que los golpes fueron causados por un diestro. Ya casi tenemos al asesino.
“La clave no es que le falte un trozo de hueso. Es que cuando se golpea un cráneo que tiene carne, el hueso se comporta como un cuerpo elástico. Por eso se puede saber que el individuo recibió los golpes antes o justo después de la muerte”, comentó Nohemí Sala, investigadora del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos de la Universidad Complutense de Madrid que, en 2015, publicó la sentencia, o sea, el estudio, en la revista científica PLoS ONE. Los investigadores no han hallado señal alguna de cicatrización ni recuperación del tejido óseo, por lo que los golpes fueron mortales. Además, por la zona frontal del cráneo en la que se sitúan, los indicios apuntan a un enfrentamiento cara a cara. Cr-17 no salió victorioso, desde luego. Del arma homicida no tenemos noticias.
Atapuerca es un lugar especial para estudiar la vida (y la muerte) del Pleistoceno Medio (desde hace casi 800 000 años hasta hace 130 000). En la Sima de los Huesos aparecieron más de 7000 pedacitos de huesos. Un puzle sin instrucciones dificilísimo de recomponer. Pero el empeño de los paleontólogos no tiene parangón y, por ahora, se contabiliza una treintena de cuerpos que terminaron en esta fosa.“Hasta la fecha, contamos en la colección con 20 individuos representados por sus cráneos y mandíbulas, de los 29 estimados por la dentición. Este número tan elevado de especímenes ha permitido un estudio sobre la tafonomía forense de una población fósil, algo impensable fuera de las paredes de esta sima burgalesa”.
Es por ello que Atapuerca ofrece una oportunidad única para estudiar la vida de un grupo de individuos del Pleistoceno Medio. La Sima de los Huesos es un pozo vertical de 13 metros de profundidad, que estaba oculto 30 metros bajo la superficie y a más de 500 metros de la entrada más cercana a la cueva del yacimiento de Atapuerca. ¿Cómo acabaron allí aquellos humanos? ¿Por qué?
Más allá de documentar el primer caso de asesinato de la historia de la humanidad, todavía resulta difícil aventurar una explicación a por qué los cuerpos acabaron ahí. Se barajan diversas teorías, como que una colada de barro arrastró y acumuló los restos en este pozo, donde quedaron fosilizados. O quizás estemos ante el primer rito funerario de la historia.
Nohemí Sala no ha parado de investigar los fósiles de la Sima de los Huesos y en febrero de 2022 publicó un análisis forense de los cráneos hallados en el yacimiento. La investigación documenta 57 lesiones craneales con signos de curación; nueve individuos que sufrieron impactos que pudieron ser letales y, de ellos, seis muestran profundas facturas en la región izquierda de la nuca, lo que se ha interpretado como signos de violencia.
Además, más del setenta por ciento de los restos pertenecen a hombres y mujeres jóvenes, en una cantidad que hubiese mermado demasiado la demografía del grupo. Se sospecha que estas muertes resultaron una tragedia, por ello la teoría de la acumulación intencionada de estos cuerpos ha ganado puntos de probabilidad frente al resto de opciones.
[Fuente: Fran Navarro para muyinteresante.com, atapuercadigital.elnortedecastilla.es]
Si crees que la justicia funciona muy lenta, acércate a ver el trabajo de un paleontólogo estudiando un asesinato de hace 430 000 años. Veinte años tardaron en reconstruir un cráneo a partir de 52 fragmentos. El individuo es conocido como Cr-17 y presenta dos fracturas idénticas en el cráneo. La investigación del caso ha determinado que fueron producidas por un objeto contundente que acabó con la vida de Cr-17. La sentencia ha tardado solo unos cientos de años en llegar, sí, pero ahora incluso sabemos que los golpes fueron causados por un diestro. Ya casi tenemos al asesino.
“La clave no es que le falte un trozo de hueso. Es que cuando se golpea un cráneo que tiene carne, el hueso se comporta como un cuerpo elástico. Por eso se puede saber que el individuo recibió los golpes antes o justo después de la muerte”, comentó Nohemí Sala, investigadora del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos de la Universidad Complutense de Madrid que, en 2015, publicó la sentencia, o sea, el estudio, en la revista científica PLoS ONE. Los investigadores no han hallado señal alguna de cicatrización ni recuperación del tejido óseo, por lo que los golpes fueron mortales. Además, por la zona frontal del cráneo en la que se sitúan, los indicios apuntan a un enfrentamiento cara a cara. Cr-17 no salió victorioso, desde luego. Del arma homicida no tenemos noticias.
Atapuerca es un lugar especial para estudiar la vida (y la muerte) del Pleistoceno Medio (desde hace casi 800 000 años hasta hace 130 000). En la Sima de los Huesos aparecieron más de 7000 pedacitos de huesos. Un puzle sin instrucciones dificilísimo de recomponer. Pero el empeño de los paleontólogos no tiene parangón y, por ahora, se contabiliza una treintena de cuerpos que terminaron en esta fosa.“Hasta la fecha, contamos en la colección con 20 individuos representados por sus cráneos y mandíbulas, de los 29 estimados por la dentición. Este número tan elevado de especímenes ha permitido un estudio sobre la tafonomía forense de una población fósil, algo impensable fuera de las paredes de esta sima burgalesa”.
Es por ello que Atapuerca ofrece una oportunidad única para estudiar la vida de un grupo de individuos del Pleistoceno Medio. La Sima de los Huesos es un pozo vertical de 13 metros de profundidad, que estaba oculto 30 metros bajo la superficie y a más de 500 metros de la entrada más cercana a la cueva del yacimiento de Atapuerca. ¿Cómo acabaron allí aquellos humanos? ¿Por qué?
Más allá de documentar el primer caso de asesinato de la historia de la humanidad, todavía resulta difícil aventurar una explicación a por qué los cuerpos acabaron ahí. Se barajan diversas teorías, como que una colada de barro arrastró y acumuló los restos en este pozo, donde quedaron fosilizados. O quizás estemos ante el primer rito funerario de la historia.
Nohemí Sala no ha parado de investigar los fósiles de la Sima de los Huesos y en febrero de 2022 publicó un análisis forense de los cráneos hallados en el yacimiento. La investigación documenta 57 lesiones craneales con signos de curación; nueve individuos que sufrieron impactos que pudieron ser letales y, de ellos, seis muestran profundas facturas en la región izquierda de la nuca, lo que se ha interpretado como signos de violencia.
Además, más del setenta por ciento de los restos pertenecen a hombres y mujeres jóvenes, en una cantidad que hubiese mermado demasiado la demografía del grupo. Se sospecha que estas muertes resultaron una tragedia, por ello la teoría de la acumulación intencionada de estos cuerpos ha ganado puntos de probabilidad frente al resto de opciones.
[Fuente: Fran Navarro para muyinteresante.com, atapuercadigital.elnortedecastilla.es]
Don Lippincott, primer plusmarquista oficial de los 100 metros lisos, con una marca de 10.6 segundos (1912)
Los 100 metros lisos se ve como la prueba definitiva para los mejores velocistas del mundo y el récord del mundo en esta disciplina generalmente otorga el nombramiento del 'Hombre más rápido del mundo'.
El primer récord del mundo en 100 metros lisos ratificado por la IAAF tuvo lugar en 1912, cuando el estadounidense Donald Lippincott marcó un tiempo de 10.6 segundos en la ronda de clasificación de los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. En la siguiente mitad de siglo, los récords se tomaban a mano, antes de que el cronómetro automático se convirtiera en un requerimiento para marcar los récords del mundo en 1977. En este momento fue también cuando los tiempos pasaron a tomarse en centésimas en vez de en décimas de segundo. Donald "Don" Fithian Lippincott (1893-192) era natural de Philadelphia.
Desde 1987, el récord del mundo de los 100m masculino no duraba más de tres años y tres meses. Esto sucedió así hasta que la leyenda jamaicana Usain Bolt batiera el récord del mundo en agosto de 2009, hace 13 años. El tiempo de Bolt de 9.58 segundos se dio porque el jamaicano corrió a unos impresionantes 44.72 km/h cuando alcanzó la final de los 100 m del Campeonato del Mundo de Atletismo de Berlín 2009. Ningún otro velocista ha batido la barrera de los 9.60 segundos. Bolt registró 9.63 segundos en Londres 2012 y Tyson Gay y Yohan Blake llegaron a 9.69 segundos en 2009 y 2012, respectivamente.
Después del récord oficial de Lipincott en 1912, pasaron nueve años hasta que la marca se rompiera. Lo hizo Charley Paddock, de Estados Unidos, cuando lo rebajó por dos décimas de segundo. Entonces, en 1921, el nuevo récord del mundo pasó a ser de 10.4 segundos. Otros nueve años transcurrieron hasta que el canadiense Percy Williams marcara un nuevo récord en 1930. Pero debido a la naturaleza de tomar los tiempos manualmente (y solo tomados con décimas de segundo), seis hombres más pudieron igualar el récord de 10.3 segundos antes de 1936, cuando Jesse Owens bajó la marca a 10.2 segundos. Solo un año antes, Owens logró lo que se ha llamado como 'los mejores 45 minutos en el deporte', cuando consiguió batir los récords del mundo en carrera de 100 yardas (9.4), en salto de longitud (8.13 metros), carrera de 200 yardas (20.3 segundos) y carrera de 200 yardas con vallas bajas (22.6 segundos) en el Campeonato Big Ten en Michigan, Estados Unidos.
Dos meses antes de los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, Owens rompió el récord mundial oficial de 100m con una impresionante carrera de 10.2 segundos en los NCAA Track and Field Championships. En Berlín 1936 logró cuatro oros, que hicieron de aquella una actuación legendaria en la capital de Alemania. Sin embargo, aunque su récord en los 100 metros fuera igualado en 10 ocasiones, se necesitaron 20 años para que alguien lograra rebajarlo.
El récord cayó de la mano de otro estadounidense: Willie Williams le arrebató el título de 'hombre más rápido del mundo' con un tiempo de 10.01 segundos en 1956. Después de que Armin Hary, de Alemania Oeste, corriera en 10 segundos en 1960, la atención pasó en ver quién sería el primer hombre en romper la barrera de los 10 segundos. El mundo tendría que esperar ocho años para que el estadounidense Jim Hines marcara un tiempo de 9.9 segundos en junio de 1968. Después, él mismo marcó un tiempo, con cronómetro automático, de 9.95 segundos en los Juegos Olímpicos de México 1968. Esta marca se matuvo sin batir durante 14 años, ocho meses y 19 días.
Se esperó hasta 1991 para que alguien batiera oficialmente los 9.9 segundos. El estadounidense, y nueve veces ganador del oro olímpico, Carl Lewis paró el cronómetro en 9.86 segundos en Tokio. Ocho años después, Maurice Greene, de Estados Unidos, logró un tiempo de 9.78 segundos para, finalmente, bajar de los 9.8 segundos en Atenas, Grecia.
Desde 2005, los atletas de Jamaica han dominado en la lista de récord del mundo en 100m. Asafa Powell marcó cuatro récords del mundo, y el más bajo fue de 9.735 segundos, antes de que emergiera el 'Rayo' Usain Bolt. La primera vez que Bolt rompió el récord del mundo fue con 9.72 segundos en mayo de 2008, después de superar su propia marca dos meses después para lograr el oro olímpico en Beijing 2008 con un tiempo de 9.69 segundos. Pero lo mejor estaba por llegar. En un sprint impresionante, nunca visto hasta la fecha, Bolt cruzó la línea de meta en el Mundial de Berlín 2009 con un tiempo de 9.58 segundos; un récord del mundo que todavía está vigente.
¿Quién conseguirá ser el siguiente atleta en ser nombrado el 'Hombre más rápido del mundo'?
[Fuente: olympics.com]
El primer récord del mundo en 100 metros lisos ratificado por la IAAF tuvo lugar en 1912, cuando el estadounidense Donald Lippincott marcó un tiempo de 10.6 segundos en la ronda de clasificación de los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. En la siguiente mitad de siglo, los récords se tomaban a mano, antes de que el cronómetro automático se convirtiera en un requerimiento para marcar los récords del mundo en 1977. En este momento fue también cuando los tiempos pasaron a tomarse en centésimas en vez de en décimas de segundo. Donald "Don" Fithian Lippincott (1893-192) era natural de Philadelphia.
Desde 1987, el récord del mundo de los 100m masculino no duraba más de tres años y tres meses. Esto sucedió así hasta que la leyenda jamaicana Usain Bolt batiera el récord del mundo en agosto de 2009, hace 13 años. El tiempo de Bolt de 9.58 segundos se dio porque el jamaicano corrió a unos impresionantes 44.72 km/h cuando alcanzó la final de los 100 m del Campeonato del Mundo de Atletismo de Berlín 2009. Ningún otro velocista ha batido la barrera de los 9.60 segundos. Bolt registró 9.63 segundos en Londres 2012 y Tyson Gay y Yohan Blake llegaron a 9.69 segundos en 2009 y 2012, respectivamente.
Después del récord oficial de Lipincott en 1912, pasaron nueve años hasta que la marca se rompiera. Lo hizo Charley Paddock, de Estados Unidos, cuando lo rebajó por dos décimas de segundo. Entonces, en 1921, el nuevo récord del mundo pasó a ser de 10.4 segundos. Otros nueve años transcurrieron hasta que el canadiense Percy Williams marcara un nuevo récord en 1930. Pero debido a la naturaleza de tomar los tiempos manualmente (y solo tomados con décimas de segundo), seis hombres más pudieron igualar el récord de 10.3 segundos antes de 1936, cuando Jesse Owens bajó la marca a 10.2 segundos. Solo un año antes, Owens logró lo que se ha llamado como 'los mejores 45 minutos en el deporte', cuando consiguió batir los récords del mundo en carrera de 100 yardas (9.4), en salto de longitud (8.13 metros), carrera de 200 yardas (20.3 segundos) y carrera de 200 yardas con vallas bajas (22.6 segundos) en el Campeonato Big Ten en Michigan, Estados Unidos.
Dos meses antes de los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, Owens rompió el récord mundial oficial de 100m con una impresionante carrera de 10.2 segundos en los NCAA Track and Field Championships. En Berlín 1936 logró cuatro oros, que hicieron de aquella una actuación legendaria en la capital de Alemania. Sin embargo, aunque su récord en los 100 metros fuera igualado en 10 ocasiones, se necesitaron 20 años para que alguien lograra rebajarlo.
El récord cayó de la mano de otro estadounidense: Willie Williams le arrebató el título de 'hombre más rápido del mundo' con un tiempo de 10.01 segundos en 1956. Después de que Armin Hary, de Alemania Oeste, corriera en 10 segundos en 1960, la atención pasó en ver quién sería el primer hombre en romper la barrera de los 10 segundos. El mundo tendría que esperar ocho años para que el estadounidense Jim Hines marcara un tiempo de 9.9 segundos en junio de 1968. Después, él mismo marcó un tiempo, con cronómetro automático, de 9.95 segundos en los Juegos Olímpicos de México 1968. Esta marca se matuvo sin batir durante 14 años, ocho meses y 19 días.
Se esperó hasta 1991 para que alguien batiera oficialmente los 9.9 segundos. El estadounidense, y nueve veces ganador del oro olímpico, Carl Lewis paró el cronómetro en 9.86 segundos en Tokio. Ocho años después, Maurice Greene, de Estados Unidos, logró un tiempo de 9.78 segundos para, finalmente, bajar de los 9.8 segundos en Atenas, Grecia.
Desde 2005, los atletas de Jamaica han dominado en la lista de récord del mundo en 100m. Asafa Powell marcó cuatro récords del mundo, y el más bajo fue de 9.735 segundos, antes de que emergiera el 'Rayo' Usain Bolt. La primera vez que Bolt rompió el récord del mundo fue con 9.72 segundos en mayo de 2008, después de superar su propia marca dos meses después para lograr el oro olímpico en Beijing 2008 con un tiempo de 9.69 segundos. Pero lo mejor estaba por llegar. En un sprint impresionante, nunca visto hasta la fecha, Bolt cruzó la línea de meta en el Mundial de Berlín 2009 con un tiempo de 9.58 segundos; un récord del mundo que todavía está vigente.
¿Quién conseguirá ser el siguiente atleta en ser nombrado el 'Hombre más rápido del mundo'?
[Fuente: olympics.com]
Dernburg-Wagen, el primer todoterreno de la historia (1907)
Daimler-Motoren-Gesellschaft (DMG) fue pionera en la creación de un vehículo para pasajeros con tracción a las cuatro ruedas. Fue en 1907, a petición del político alemán Bernhard Dernburg, destinado en la colonia alemana de África Suroccidental. Pero este proyecto no surgió de la nada; años atrás, en 1903, Paul Daimler, hijo del prestigioso Gottlieb Daimler que creó el motor de cuatro tiempos y patentó la primera motocicleta, sentó las bases de lo que podemos considerar el primer todocamino de la historia con la construcción de algunos vehículos comerciales con sistemas de tracción total.
Una idea era clara: DMG quería conseguir con su modelo la fiabilidad de un vehículo que pudiese soportar largas distancias por superficies abruptas, además de ofrecer una flexibilidad tanto para el desierto africano como para su uso diario.
Estaba equipado con una carrocería que le permitía tener dos plazas delanteras en el banco del chófer y cinco asientos en la parte trasera. Estos últimos contaban en sus lados con las únicas puertas del vehículo, con enormes pasos y estribos laterales para facilitar el acceso al interior, dada la altura de entrada (alrededor de un metro). Para el techo del novedoso automóvil se empleó una rudimentaria sombrilla fijada en ocho puntos a la carrocería. Además del maletero posterior, la parte superior contaba con un portaequipajes protegido con una lona para bultos extra.
Paul Daimler fue especialmente escrupuloso en los detalles del vehículo a la hora de concebirlo, sobre todo en cuanto a los problemas que surgían para rodar por la arena del desierto. Ésta se mostraba muy perjudicial especialmente para el motor y otros elementos sensibles, como los diferenciales, por lo que engrasó todas las articulaciones con el fin de evitar problemas, salvo en el frontal del coche. Para esta parte ingenió una funda robusta con el fin de evitar que la fina arena y los fuertes vientos estropeasen el propulsor. Sin embargo, el artilugio hacía limitar el ángulo de giro máximo del vehículo a unos escasos 23 grados, aunque esta carencia quedaba algo mitigada, ya que las ruedas traseras también eran directrices.
También pensando en los problemas generados por la arena, protegió las ruedas sustituyendo los habituales radios de la época por unas revolucionarias llantas de acero, mucho menos críticas a la hora de avanzar cuando el vehículo quedaba hundido en la arena. En ente sentido, también incorporó ruedas con neumáticos y cámaras independientes, frente a las habituales ruedas de goma maciza. La razón era ayudar a las ballestas de la suspensión a soportar las tres toneladas y media del vehículo. Además, la válvula de la cámara se ubicó en la parte interior de la rueda para evitar que se dañara al circular por los abruptos terrenos africanos, carentes de cualquier tipo de infraestructura viaria.
Una vez construido el vehículo, éste fue sometido a un duro programa de pruebas en el que recorrió más de 1.600 kilómetros a través de Alemania por terrenos rocosos, embarrados o incluso arados. Una de las pruebas consistió en meter el coche en un cajón con arena y en pendiente (como si se tratara de una duna), hundido hasta los ejes. Finalmente, tras superar con éxito los tests, en 1908 el vehículo fue enviado a bordo del navío Kedive a la ciudad de Swakopmund, donde sería puesto a disposición personal de Bernhard Dernburg para su uso en la colonia alemana durante los dos años siguientes. Cabe destacar que el precio pagado por el vehículo en la época fue de 34.750 marcos; convertidos a euros y teniendo en cuenta la inflación de estos últimos 102 años, vendrían a suponer unos 125.500 euros de hoy. Más o menos, lo que cuesta un Range Rover Supercharged o un Porsche Cayenne Turbo.
El vehículo llegó acompañado de un chófer facilitado por Daimler, que además se encargaba del mantenimiento y la reparación del vehículo. De hecho, Paul Ritter (así se llamaba este empleado de DMG) hubo de viajar varias veces a la fábrica de Berlín para adquirir los repuestos necesarios para el vehículo. A pesar del satisfactorio rendimiento del Daimler Dernburg, del que dan fe varios testimonios escritos de la época, en los 10.000 kilómetros recorridos hasta 1910 consumió nada menos que 36 neumáticos y 27 cámaras, lo que significa que destrozaba un neumático cada 278 kilómetros y una cámara cada 370.
Tras el cambio de destino de Bernhard Dernburg, que implicó su salida de la colonia alemana en 1909, el automóvil siguió bajo el cuidado de Paul Ritter, aunque pasó a depender, como el propio Ritter, del cuerpo de policía colonial. Su uso está pefectamente documentado hasta 1910, incluso hay constancia de que se propuso convertirlo en tracción trasera para reducir sus gastos de mantenimiento, aunque no podemos saber si se llevó a cabo la transformación. Después de esta fecha nada se conoce del paradero de este primigenio 4×4, aunque sí sabemos que su «cuidador», Paul Ritter, estuvo en la colonia hasta 1919, fecha en la que volvió a Alemania para incorporarse de nuevo a su trabajo en la fábrica de Daimler Motoren Gesellschaft.
Los detalles introducidos por Paul Daimler, principal responsable del diseño del vehículo, hicieron del Dernburg Wagen un todocamino con todos los honores. Fue construido de una sola pieza en la fábrica Marienfelde, en Berlín (1907), basándose en el chasis de un modelo comercial de la misma firma desarrollado en 1903.
El vehículo tenía una distancia entre ejes de cuatro metros y un ancho de vías de 1,42, para un peso de más de 3.500 kilos. El conjunto debía ser desplazado por un propulsor de 6,8 litros que rendía unos modestos 35 CV. Pensando en el clima tropical bajo el que debía prestar servicio esta mecánica, se diseñó un sistema de refrigeración sobredimensionado que poseía un circuito de 140 litros y un radiador suplementario.
Aparte del sistema de tracción total que los distinguía, en el Dernburg Wagen se trabajó en un sellado específico para impedir la entrada de arena en elementos sensibles como los diferenciales, así como un sistema de engrase que protegiera los órganos mecánicos. Un elemento tan vulnerable como la caja de cambios fue provisto de una gruesa chapa de protección en acero, para evitar que se dañara al circular por África.
Pese a garantizar el avance bajo cualquier circunstancia, el Dernburg Wagen no podía presumir de registros brillantes en lo que se refiere a prestaciones y consumos, debido al hándicap que suponía su elevada tara. Así, el modelo germano era capaz de desarrollar una velocidad máxima de 40 km/h, con un consumo medio de 25 litros cada 100 km, con lo que la autonomía también quedaba comprometida.ble para haber sido conservada en un museo.
Paul Daimler (1869-1945) fue hijo de Gottlieb Daimler. Siguió los pasos de su padre al convertirse a los 26 años en ingeniero. Tras la muerte de su progenitor, Paul le sucedió en la dirección de la empresa familiar Daimler-Motoren-Gesellschaft y fue responsable de muchos de los diseños de la marca hasta que cesó en el cargo en 1923, fecha en la que fue sustituido por Ferdinand Porsche (creador de la firma Porsche en 1948). Tras la difícil situación económica y el gran número de fabricantes de automóviles, se recurre en 1926 a la colaboración entre las compañías Daimler y Benz, dando origen a Daimler-Benz.
Por su parte, Bernhard Dernburg (1835-1937) fue un político liberal alemán y banquero, fue destinado a la Secretaría de Asuntos Coloniales y jefe de la Oficina Colonial Imperial en la antigua colonia alemana del Sudoeste de África de 1907 a 1910. Hijo del entonces famoso editor y político Dernburg Friedrich, se centró en la banca y posteriormente en la política, su gran objetivo. Tras la Primera Guerra Mundial, co-fundó el Partido Democrático Alemán y fue miembro de su Consejo Nacional, para más adelante ser elegido en la Asamblea Nacional de Weimar. Su cargo más importante lo alcanzó en 1919, cuando trabajó en el gabinete de Philipp Scheidemann como ministro Federal de Finanzas y vicecanciller alemán.
[Fuente: autofacil.es]
Una idea era clara: DMG quería conseguir con su modelo la fiabilidad de un vehículo que pudiese soportar largas distancias por superficies abruptas, además de ofrecer una flexibilidad tanto para el desierto africano como para su uso diario.
Estaba equipado con una carrocería que le permitía tener dos plazas delanteras en el banco del chófer y cinco asientos en la parte trasera. Estos últimos contaban en sus lados con las únicas puertas del vehículo, con enormes pasos y estribos laterales para facilitar el acceso al interior, dada la altura de entrada (alrededor de un metro). Para el techo del novedoso automóvil se empleó una rudimentaria sombrilla fijada en ocho puntos a la carrocería. Además del maletero posterior, la parte superior contaba con un portaequipajes protegido con una lona para bultos extra.
Paul Daimler fue especialmente escrupuloso en los detalles del vehículo a la hora de concebirlo, sobre todo en cuanto a los problemas que surgían para rodar por la arena del desierto. Ésta se mostraba muy perjudicial especialmente para el motor y otros elementos sensibles, como los diferenciales, por lo que engrasó todas las articulaciones con el fin de evitar problemas, salvo en el frontal del coche. Para esta parte ingenió una funda robusta con el fin de evitar que la fina arena y los fuertes vientos estropeasen el propulsor. Sin embargo, el artilugio hacía limitar el ángulo de giro máximo del vehículo a unos escasos 23 grados, aunque esta carencia quedaba algo mitigada, ya que las ruedas traseras también eran directrices.
También pensando en los problemas generados por la arena, protegió las ruedas sustituyendo los habituales radios de la época por unas revolucionarias llantas de acero, mucho menos críticas a la hora de avanzar cuando el vehículo quedaba hundido en la arena. En ente sentido, también incorporó ruedas con neumáticos y cámaras independientes, frente a las habituales ruedas de goma maciza. La razón era ayudar a las ballestas de la suspensión a soportar las tres toneladas y media del vehículo. Además, la válvula de la cámara se ubicó en la parte interior de la rueda para evitar que se dañara al circular por los abruptos terrenos africanos, carentes de cualquier tipo de infraestructura viaria.
Una vez construido el vehículo, éste fue sometido a un duro programa de pruebas en el que recorrió más de 1.600 kilómetros a través de Alemania por terrenos rocosos, embarrados o incluso arados. Una de las pruebas consistió en meter el coche en un cajón con arena y en pendiente (como si se tratara de una duna), hundido hasta los ejes. Finalmente, tras superar con éxito los tests, en 1908 el vehículo fue enviado a bordo del navío Kedive a la ciudad de Swakopmund, donde sería puesto a disposición personal de Bernhard Dernburg para su uso en la colonia alemana durante los dos años siguientes. Cabe destacar que el precio pagado por el vehículo en la época fue de 34.750 marcos; convertidos a euros y teniendo en cuenta la inflación de estos últimos 102 años, vendrían a suponer unos 125.500 euros de hoy. Más o menos, lo que cuesta un Range Rover Supercharged o un Porsche Cayenne Turbo.
El vehículo llegó acompañado de un chófer facilitado por Daimler, que además se encargaba del mantenimiento y la reparación del vehículo. De hecho, Paul Ritter (así se llamaba este empleado de DMG) hubo de viajar varias veces a la fábrica de Berlín para adquirir los repuestos necesarios para el vehículo. A pesar del satisfactorio rendimiento del Daimler Dernburg, del que dan fe varios testimonios escritos de la época, en los 10.000 kilómetros recorridos hasta 1910 consumió nada menos que 36 neumáticos y 27 cámaras, lo que significa que destrozaba un neumático cada 278 kilómetros y una cámara cada 370.
Tras el cambio de destino de Bernhard Dernburg, que implicó su salida de la colonia alemana en 1909, el automóvil siguió bajo el cuidado de Paul Ritter, aunque pasó a depender, como el propio Ritter, del cuerpo de policía colonial. Su uso está pefectamente documentado hasta 1910, incluso hay constancia de que se propuso convertirlo en tracción trasera para reducir sus gastos de mantenimiento, aunque no podemos saber si se llevó a cabo la transformación. Después de esta fecha nada se conoce del paradero de este primigenio 4×4, aunque sí sabemos que su «cuidador», Paul Ritter, estuvo en la colonia hasta 1919, fecha en la que volvió a Alemania para incorporarse de nuevo a su trabajo en la fábrica de Daimler Motoren Gesellschaft.
Los detalles introducidos por Paul Daimler, principal responsable del diseño del vehículo, hicieron del Dernburg Wagen un todocamino con todos los honores. Fue construido de una sola pieza en la fábrica Marienfelde, en Berlín (1907), basándose en el chasis de un modelo comercial de la misma firma desarrollado en 1903.
El vehículo tenía una distancia entre ejes de cuatro metros y un ancho de vías de 1,42, para un peso de más de 3.500 kilos. El conjunto debía ser desplazado por un propulsor de 6,8 litros que rendía unos modestos 35 CV. Pensando en el clima tropical bajo el que debía prestar servicio esta mecánica, se diseñó un sistema de refrigeración sobredimensionado que poseía un circuito de 140 litros y un radiador suplementario.
Aparte del sistema de tracción total que los distinguía, en el Dernburg Wagen se trabajó en un sellado específico para impedir la entrada de arena en elementos sensibles como los diferenciales, así como un sistema de engrase que protegiera los órganos mecánicos. Un elemento tan vulnerable como la caja de cambios fue provisto de una gruesa chapa de protección en acero, para evitar que se dañara al circular por África.
Pese a garantizar el avance bajo cualquier circunstancia, el Dernburg Wagen no podía presumir de registros brillantes en lo que se refiere a prestaciones y consumos, debido al hándicap que suponía su elevada tara. Así, el modelo germano era capaz de desarrollar una velocidad máxima de 40 km/h, con un consumo medio de 25 litros cada 100 km, con lo que la autonomía también quedaba comprometida.ble para haber sido conservada en un museo.
Paul Daimler (1869-1945) fue hijo de Gottlieb Daimler. Siguió los pasos de su padre al convertirse a los 26 años en ingeniero. Tras la muerte de su progenitor, Paul le sucedió en la dirección de la empresa familiar Daimler-Motoren-Gesellschaft y fue responsable de muchos de los diseños de la marca hasta que cesó en el cargo en 1923, fecha en la que fue sustituido por Ferdinand Porsche (creador de la firma Porsche en 1948). Tras la difícil situación económica y el gran número de fabricantes de automóviles, se recurre en 1926 a la colaboración entre las compañías Daimler y Benz, dando origen a Daimler-Benz.
Por su parte, Bernhard Dernburg (1835-1937) fue un político liberal alemán y banquero, fue destinado a la Secretaría de Asuntos Coloniales y jefe de la Oficina Colonial Imperial en la antigua colonia alemana del Sudoeste de África de 1907 a 1910. Hijo del entonces famoso editor y político Dernburg Friedrich, se centró en la banca y posteriormente en la política, su gran objetivo. Tras la Primera Guerra Mundial, co-fundó el Partido Democrático Alemán y fue miembro de su Consejo Nacional, para más adelante ser elegido en la Asamblea Nacional de Weimar. Su cargo más importante lo alcanzó en 1919, cuando trabajó en el gabinete de Philipp Scheidemann como ministro Federal de Finanzas y vicecanciller alemán.
[Fuente: autofacil.es]
Nadia Comaneci, primer 10 absoluto en gimansia artística, y fue en barras paralelas (1976)
Si hablamos de la Historia de la Gimnasia Artística, el primer nombre que siempre aparece es el de Nadia Comaneci porque es, sin duda, la gimnasta que revolucionó y popularizó este deporte.
Considerada como la mejor gimnasta de todos los tiempos, Nadia Comaneci nació un 12 de noviembre del año 1961 en Onesti, Rumanía. Siendo una niña fue descubierta por su entrenador, Bela Karolyi, cuando tenía tan sólo seis años. Karolyi supo que estaba ante un prodigio de la gimnasia nada más verla. No se equivocaba porque en 1970 empezó a obtener sus primeras victorias en categorías juveniles y en 1974 ya era Campeona Juvenil Mundial.
En la categoría absoluta, en su primera actuación en competición internacional durante los Campeonatos de Europa celebrados en Skien (Noruega), en 1975, superó a la pentacampeona de Europa la rusa Lyudmila Turishcheva y mostró sus credenciales para lograr el Oro Juegos Olímpicos de Montreal (1976). Unos meses antes del comienzo de los Juegos triunfó en Nueva York tras realizar un doble mortal de espaldas en la salida de su ejercicio de asimétricas. Era la primera mujer en lograrlo en una competición.
Pero fue en Montreal donde comenzó la leyenda de una de las más grandes deportistas de la historia. Nadia Comaneci era el nombre más repetido durante aquellas semanas, no sólo porque obtuvo cinco medallas (tres de oro, en paralelas, barra y en la general, una de plata y otra de bronce), sino que además consiguió lo que nadie hasta ese momento: fue la primera gimnasta en obtener un perfecto 10, la máxima puntuación según los varemos de la época. Era algo tan difícil que incluso las pizarras electrónicas que marcaban las notas no tenían los caracteres para el 10 así que tras la actuación de Nadia Comaneci la pizarra marcaba un 1.00. Pero todo el mundo sabía que ese ejercicio de paralelas era un 10.
Esa misma noche, recibió otro 10 en la barra de equilibrios, su otra especialidad. Al día siguiente, la prensa de todo el mundo la consagraba como leyenda y la gimnasia deportiva, como se llamaba entonces, se convirtió en el deporte olímpico con mayores audiencias televisivas. La gente se sintió atraída por un deporte que hasta entonces sólo estaba al alcance de una minoría. En Montreal Nadia logró siete dieces durante toda la competición, (cuatro en las asimétricas y tres en la barra de equilibrio), y se convirtió en la Campeona Olímpica de Gimnasia más joven de la historia. Había nacido una estrella.
Nadia, que tan sólo tenía 14 años, no estaba preparada para lo que se le vino encima después de estos éxitos en la gimnasia: La presión mediática mundial, los compromisos con las federaciones y patrocinadores y las exigencias del gobierno comunista de Ceaucescu en una época en la que la Guerra Fría entre Estados unidos y los países del otro lado del telón de acero, como era el caso de Rumanía, estaba en pleno apogeo. Sin embargo, su popularidad siguió creciendo en todo el mundo, incluyendo España, que ya abría sus puertas a la democracia y al progreso recuperando relaciones internacionales. El deporte contribuyó a que estas relaciones se fueran afianzando y puede que por eso Nadia Comaneci fuera nombrada Fallera Mayor en 1977.
Aquel año también estuvo en Madrid y junto al resto del Equipo Rumano de Gimnasia llenaron el Palacio de Los Deportes de Madrid en una competición de exhibición entre el equipo español y el rumano. Doce mil personas abarrotaron las gradas e incluso algunos alumnos del INEF mostraron pancartas en los que reclamaban una "facultad de Educación Física"y "una educación física para el pueblo". Qué tiempos convulsos. Como ahora, más o menos...
Los éxitos continuaron para Nadia Comaneci hasta finales de los 70 pero la presión que debía soportar a su corta edad, los duros entrenamientos y sus problemas de sobrepeso relacionados con su crecimiento acortaron su carrera. A los Juegos de 1980, celebrados en Moscú, llegó sufriendo dolores de ciática. Pero ni las lesiones ni la presión pudieron con el gran esfuerzo y la perseverancia de Nadia Comaneci que terminó ganando dos medallas de Oro, en suelo y barra de equilibrio. Al año siguiente durante una gira en Estados Unidos, su entrenador, Bela Karoly, pidió asilo político junto con su esposa y otro miembro del equipo rumano de gimnasia. A los tres les fue concedido.
Nadia desconocía el plan de su entrenador y se sintió traicionada. Años después, cuando Nadia adoptó la misma decisión poco antes de la revolución que derrotó al clan Ceaucescu, se reencontró con los Karoly en Estados Unidos y su relación se restableció. Pero este hecho hizo sufrir mucho a Nadia ya que durante años estuvo bajo vigilancia. El Gobierno comunista de Nicolae Ceaucescu incautó su correspondencia, intervino su teléfono e incluso amenazó con requisarle las medallas que había ganado.
En 1984 se retiró de la competición activa para convertirse en entrenadora del equipo rumano, primero, y del canadiense, después. En 1989 estando en Austria, solicitó el asilo diplomático en la embajada de Estados Unidos. Una de las razones por las que lo pidió fue Bart Conner, gimnasta al que conoció en la gira estadounidense del 76 y con el que, finalmente, se casó. Juntos iniciaron varios proyectos de éxito relacionados con la gimnasia, desde una Academia de talentos hasta una revista especializada en gimnasia pasando por una productora a la que llamaron Perfect 10 Productions, (en honor a su 10 perfecto en los juegos del 76) que se dedica a las retransmisiones deportivas. Nadia también aprovecha su popularidad para apoyar causas solidarias tanto en Rumanía como en el resto del mundo.
En 2003 publicó el libro 'Cartas a una joven gimnasta' en el que cuenta su historia y recientemente se ha publicado la novela 'La pequeña comunista que no sonreía nunca' escrita por Lola Lafon y publicado por Editorial Anagrama cuya historia está inspirada en la vida de Nadia Comaneci. Pero para los amantes de esta leyenda hay una joya cinematográfica de 1984 rodada para la televisión. Su título: 'Nadia'. En esta Coproducción entre la desaparecida Yugoslavia y Estados Unidos basada en la historia real de la gimnasta desde su niñez hasta el Mundial de Fort Worth (Estados Unidos) en 1979 podemos ver excelentes escenas gimnásticas porque la actriz que encarnaba a Nadia era la americana Marcia Frederick que fue la primera gimnasta estadounidense en convertirse en Campeona del Mundo de Asimétricas en 1978 y por tanto, fue rival de Nadia en la vida real.
Un símbolo generacional, una revolución en el mundo de la gimnasia, una mujer solidaria, un 10 perfecto, una leyenda...
[Fuente: ladeporteca.com]
Considerada como la mejor gimnasta de todos los tiempos, Nadia Comaneci nació un 12 de noviembre del año 1961 en Onesti, Rumanía. Siendo una niña fue descubierta por su entrenador, Bela Karolyi, cuando tenía tan sólo seis años. Karolyi supo que estaba ante un prodigio de la gimnasia nada más verla. No se equivocaba porque en 1970 empezó a obtener sus primeras victorias en categorías juveniles y en 1974 ya era Campeona Juvenil Mundial.
En la categoría absoluta, en su primera actuación en competición internacional durante los Campeonatos de Europa celebrados en Skien (Noruega), en 1975, superó a la pentacampeona de Europa la rusa Lyudmila Turishcheva y mostró sus credenciales para lograr el Oro Juegos Olímpicos de Montreal (1976). Unos meses antes del comienzo de los Juegos triunfó en Nueva York tras realizar un doble mortal de espaldas en la salida de su ejercicio de asimétricas. Era la primera mujer en lograrlo en una competición.
Pero fue en Montreal donde comenzó la leyenda de una de las más grandes deportistas de la historia. Nadia Comaneci era el nombre más repetido durante aquellas semanas, no sólo porque obtuvo cinco medallas (tres de oro, en paralelas, barra y en la general, una de plata y otra de bronce), sino que además consiguió lo que nadie hasta ese momento: fue la primera gimnasta en obtener un perfecto 10, la máxima puntuación según los varemos de la época. Era algo tan difícil que incluso las pizarras electrónicas que marcaban las notas no tenían los caracteres para el 10 así que tras la actuación de Nadia Comaneci la pizarra marcaba un 1.00. Pero todo el mundo sabía que ese ejercicio de paralelas era un 10.
Esa misma noche, recibió otro 10 en la barra de equilibrios, su otra especialidad. Al día siguiente, la prensa de todo el mundo la consagraba como leyenda y la gimnasia deportiva, como se llamaba entonces, se convirtió en el deporte olímpico con mayores audiencias televisivas. La gente se sintió atraída por un deporte que hasta entonces sólo estaba al alcance de una minoría. En Montreal Nadia logró siete dieces durante toda la competición, (cuatro en las asimétricas y tres en la barra de equilibrio), y se convirtió en la Campeona Olímpica de Gimnasia más joven de la historia. Había nacido una estrella.
Nadia, que tan sólo tenía 14 años, no estaba preparada para lo que se le vino encima después de estos éxitos en la gimnasia: La presión mediática mundial, los compromisos con las federaciones y patrocinadores y las exigencias del gobierno comunista de Ceaucescu en una época en la que la Guerra Fría entre Estados unidos y los países del otro lado del telón de acero, como era el caso de Rumanía, estaba en pleno apogeo. Sin embargo, su popularidad siguió creciendo en todo el mundo, incluyendo España, que ya abría sus puertas a la democracia y al progreso recuperando relaciones internacionales. El deporte contribuyó a que estas relaciones se fueran afianzando y puede que por eso Nadia Comaneci fuera nombrada Fallera Mayor en 1977.
Aquel año también estuvo en Madrid y junto al resto del Equipo Rumano de Gimnasia llenaron el Palacio de Los Deportes de Madrid en una competición de exhibición entre el equipo español y el rumano. Doce mil personas abarrotaron las gradas e incluso algunos alumnos del INEF mostraron pancartas en los que reclamaban una "facultad de Educación Física"y "una educación física para el pueblo". Qué tiempos convulsos. Como ahora, más o menos...
Los éxitos continuaron para Nadia Comaneci hasta finales de los 70 pero la presión que debía soportar a su corta edad, los duros entrenamientos y sus problemas de sobrepeso relacionados con su crecimiento acortaron su carrera. A los Juegos de 1980, celebrados en Moscú, llegó sufriendo dolores de ciática. Pero ni las lesiones ni la presión pudieron con el gran esfuerzo y la perseverancia de Nadia Comaneci que terminó ganando dos medallas de Oro, en suelo y barra de equilibrio. Al año siguiente durante una gira en Estados Unidos, su entrenador, Bela Karoly, pidió asilo político junto con su esposa y otro miembro del equipo rumano de gimnasia. A los tres les fue concedido.
Nadia desconocía el plan de su entrenador y se sintió traicionada. Años después, cuando Nadia adoptó la misma decisión poco antes de la revolución que derrotó al clan Ceaucescu, se reencontró con los Karoly en Estados Unidos y su relación se restableció. Pero este hecho hizo sufrir mucho a Nadia ya que durante años estuvo bajo vigilancia. El Gobierno comunista de Nicolae Ceaucescu incautó su correspondencia, intervino su teléfono e incluso amenazó con requisarle las medallas que había ganado.
En 1984 se retiró de la competición activa para convertirse en entrenadora del equipo rumano, primero, y del canadiense, después. En 1989 estando en Austria, solicitó el asilo diplomático en la embajada de Estados Unidos. Una de las razones por las que lo pidió fue Bart Conner, gimnasta al que conoció en la gira estadounidense del 76 y con el que, finalmente, se casó. Juntos iniciaron varios proyectos de éxito relacionados con la gimnasia, desde una Academia de talentos hasta una revista especializada en gimnasia pasando por una productora a la que llamaron Perfect 10 Productions, (en honor a su 10 perfecto en los juegos del 76) que se dedica a las retransmisiones deportivas. Nadia también aprovecha su popularidad para apoyar causas solidarias tanto en Rumanía como en el resto del mundo.
En 2003 publicó el libro 'Cartas a una joven gimnasta' en el que cuenta su historia y recientemente se ha publicado la novela 'La pequeña comunista que no sonreía nunca' escrita por Lola Lafon y publicado por Editorial Anagrama cuya historia está inspirada en la vida de Nadia Comaneci. Pero para los amantes de esta leyenda hay una joya cinematográfica de 1984 rodada para la televisión. Su título: 'Nadia'. En esta Coproducción entre la desaparecida Yugoslavia y Estados Unidos basada en la historia real de la gimnasta desde su niñez hasta el Mundial de Fort Worth (Estados Unidos) en 1979 podemos ver excelentes escenas gimnásticas porque la actriz que encarnaba a Nadia era la americana Marcia Frederick que fue la primera gimnasta estadounidense en convertirse en Campeona del Mundo de Asimétricas en 1978 y por tanto, fue rival de Nadia en la vida real.
Un símbolo generacional, una revolución en el mundo de la gimnasia, una mujer solidaria, un 10 perfecto, una leyenda...
[Fuente: ladeporteca.com]
Los olmecas fueron la primera civilización americana (aprox. 2500 a.C.)
La cultura olmeca se desarrolló en el periodo Preclásico Mesoamericano, es decir, 2500 a.C. a 200 d.C., en la región de selva tropical del Golfo de México, actualmente el sureste de Veracruz y el oeste de Tabasco. Entre el 1400 y el 400 a.C. tuvo lugar la época más destacada de la cultura olmeca en Mesoamérica. Alrededor de 600 años antes se había iniciado el neolítico, por lo que en América existían culturas anteriores. Sin embargo, los olmecas formaron la primera civilización del continente americano.
Las cabezas gigantes son los elementos más característicos de esta cultura. El hallazgo de estas esculturas fue lo que llevó a indagar más para conocer quiénes fueron los artífices de estas obras de arte monumentales. En un principio, los restos hoy día considerados olmecas, fueron tomados como más vestigios mayas. No fue hasta mitad del siglo XX cuando Marion y Matthew Stirling se erigieron como los descubridores intelectuales de los olmecas.
“Olmeca” es una palabra de origen náhuatl, el idioma de los aztecas. Desconocemos cómo se llamaban a sí mismos, por ello utilizamos el término que los aztecas dieron a los indígenas de la zona: “olmeca”, que significa “habitante del país del hule”, pues de esta zona sacaron el caucho para elaborar las pelotas del juego ritual que practicaron los aztecas. En concreto hablamos del vértice interior del golfo de México, entre los actuales estados de Veracruz y Tabasco. Ahí tuvo su origen la civilización olmeca.
Aunque entre los investigadores se generó cierto debate al respecto, muchos han considerado que los olmecas fueron la “cultura madre” de la que heredaron las características el resto de culturas mesoamericanas. Debido a su clima tropical y la zona geográfica que ocupa, con ríos caudalosos y fértiles orillas, hay quien incluso ha optado por una definición más literaria como la “Mesopotamia americana”.
San Lorenzo es uno de los yacimientos arqueológicos más destacados para el estudio de los olmecas. Este enclave era un centro ceremonial, donde habitaba la élite y los allegados más directos, la corte del momento. Decenas de cabezas gigantes se hallaron en San Lorenzo, donde había lagunas con drenajes, así como el llamado Palacio Rojo, una construcción que contaba con cañerías de piedra como conductos de agua.
El control del agua y los trabajos necesarios para levantar una ciudad ceremonial necesitan de coordinación entre una población que no tenía piedra cercana para construir, no conocía la rueda, ni contaba con animales de tiro. Esta necesidad pudo ser la razón por la que surgió un poder y la división social. De hecho, esta misma tesis se utilizó para explicar el origen del poder en Mesopotamia. Sin embargo, es lógico dudar acerca de cuál sería la causa y cuál el efecto: si la necesidad generó el poder, o si el poder fue lo que permitió la coordinación.
A partir del año 900 a. C. el punto clave de la cultura olmeca pasó a La Venta, una isla fluvial del río Tonalá. En este lugar se levantó la primera pirámide mesoamericana, con 30 metros de altura, 130 metros de largo en la base, construida con un núcleo a base de arcilla y reforzada por lajas de piedra. El estudio de este yacimiento ha determinado que en este centro ya se atisba planificación urbana, con cierta orientación a partir de un eje central.
Los ríos sirvieron como auténticas autopistas para el comercio. Los olmecas poseían un producto de lujo muy codiciado: el cacao. Este artículo les permitió cierta eficacia económica. La infraestructura hidráulica les permitió cultivar, pescar y un comercio activo por los ríos. El cacao podía ser intercambiado por piedra, un material que se encontraba a 70 kilómetros de selva de la geografía olmeca. Esta eficacia económica necesitaba de autoridad y coordinación. Y para mantener el poder nada mejor que la sanción religiosa, la legitimización de la autoridad a través de las creencias. Y en relación a este aspecto es cuando entra en juego el arte.
Los olmecas fueron magníficos artistas. Las grandes cabezas talladas suponen un hito artístico en la historia de América. La más pequeña de las encontradas tiene 1,5 metros de altura y pesa 8 toneladas. La más grande alcanza los 3 metros y las 40 toneladas. ¿A quién representan? Son retratos de jóvenes con cascos y grandes orejeras, símbolo de dignidad en la época. Es por ello que podrían tratarse de guerreros, gobernantes, jugadores de pelota o las tres cosas a la vez. Perfectamente podría darse la circunstancia de gobernantes guerreros que participaran en rituales del juego de pelota, en los que se representaban acciones de los dioses.
Además del juego de pelota, esta “cultura madre” fue la precursora de elementos propios de las civilizaciones venideras en Mesoamérica. Este es el caso de los sacrificios humanos, el uso de números y elaboración de calendarios. Los olmecas fueron también pioneros en la escritura, como demuestran unos jeroglíficos muy anteriores a los zapotecas, hasta no hace mucho considerados los más antiguos de América.
La primera civilización de América sigue planteando más dudas que respuestas a pesar del buen botín arqueológico que nos ha legado. La investigación se antoja el único camino hacia el conocimiento que permita despejar incógnitas sobre los olmecas.
[Fuente: Fran Navarro para muyinteresante.com, admagazine.com]
Las cabezas gigantes son los elementos más característicos de esta cultura. El hallazgo de estas esculturas fue lo que llevó a indagar más para conocer quiénes fueron los artífices de estas obras de arte monumentales. En un principio, los restos hoy día considerados olmecas, fueron tomados como más vestigios mayas. No fue hasta mitad del siglo XX cuando Marion y Matthew Stirling se erigieron como los descubridores intelectuales de los olmecas.
“Olmeca” es una palabra de origen náhuatl, el idioma de los aztecas. Desconocemos cómo se llamaban a sí mismos, por ello utilizamos el término que los aztecas dieron a los indígenas de la zona: “olmeca”, que significa “habitante del país del hule”, pues de esta zona sacaron el caucho para elaborar las pelotas del juego ritual que practicaron los aztecas. En concreto hablamos del vértice interior del golfo de México, entre los actuales estados de Veracruz y Tabasco. Ahí tuvo su origen la civilización olmeca.
Aunque entre los investigadores se generó cierto debate al respecto, muchos han considerado que los olmecas fueron la “cultura madre” de la que heredaron las características el resto de culturas mesoamericanas. Debido a su clima tropical y la zona geográfica que ocupa, con ríos caudalosos y fértiles orillas, hay quien incluso ha optado por una definición más literaria como la “Mesopotamia americana”.
San Lorenzo es uno de los yacimientos arqueológicos más destacados para el estudio de los olmecas. Este enclave era un centro ceremonial, donde habitaba la élite y los allegados más directos, la corte del momento. Decenas de cabezas gigantes se hallaron en San Lorenzo, donde había lagunas con drenajes, así como el llamado Palacio Rojo, una construcción que contaba con cañerías de piedra como conductos de agua.
El control del agua y los trabajos necesarios para levantar una ciudad ceremonial necesitan de coordinación entre una población que no tenía piedra cercana para construir, no conocía la rueda, ni contaba con animales de tiro. Esta necesidad pudo ser la razón por la que surgió un poder y la división social. De hecho, esta misma tesis se utilizó para explicar el origen del poder en Mesopotamia. Sin embargo, es lógico dudar acerca de cuál sería la causa y cuál el efecto: si la necesidad generó el poder, o si el poder fue lo que permitió la coordinación.
A partir del año 900 a. C. el punto clave de la cultura olmeca pasó a La Venta, una isla fluvial del río Tonalá. En este lugar se levantó la primera pirámide mesoamericana, con 30 metros de altura, 130 metros de largo en la base, construida con un núcleo a base de arcilla y reforzada por lajas de piedra. El estudio de este yacimiento ha determinado que en este centro ya se atisba planificación urbana, con cierta orientación a partir de un eje central.
Los ríos sirvieron como auténticas autopistas para el comercio. Los olmecas poseían un producto de lujo muy codiciado: el cacao. Este artículo les permitió cierta eficacia económica. La infraestructura hidráulica les permitió cultivar, pescar y un comercio activo por los ríos. El cacao podía ser intercambiado por piedra, un material que se encontraba a 70 kilómetros de selva de la geografía olmeca. Esta eficacia económica necesitaba de autoridad y coordinación. Y para mantener el poder nada mejor que la sanción religiosa, la legitimización de la autoridad a través de las creencias. Y en relación a este aspecto es cuando entra en juego el arte.
Los olmecas fueron magníficos artistas. Las grandes cabezas talladas suponen un hito artístico en la historia de América. La más pequeña de las encontradas tiene 1,5 metros de altura y pesa 8 toneladas. La más grande alcanza los 3 metros y las 40 toneladas. ¿A quién representan? Son retratos de jóvenes con cascos y grandes orejeras, símbolo de dignidad en la época. Es por ello que podrían tratarse de guerreros, gobernantes, jugadores de pelota o las tres cosas a la vez. Perfectamente podría darse la circunstancia de gobernantes guerreros que participaran en rituales del juego de pelota, en los que se representaban acciones de los dioses.
Además del juego de pelota, esta “cultura madre” fue la precursora de elementos propios de las civilizaciones venideras en Mesoamérica. Este es el caso de los sacrificios humanos, el uso de números y elaboración de calendarios. Los olmecas fueron también pioneros en la escritura, como demuestran unos jeroglíficos muy anteriores a los zapotecas, hasta no hace mucho considerados los más antiguos de América.
La primera civilización de América sigue planteando más dudas que respuestas a pesar del buen botín arqueológico que nos ha legado. La investigación se antoja el único camino hacia el conocimiento que permita despejar incógnitas sobre los olmecas.
[Fuente: Fran Navarro para muyinteresante.com, admagazine.com]
Primer envase del primer refresco sin burbujas de España: TriNaranjus (1934)
Corría 1934, año en el que el gobierno republicano de Alejandro Lerroux restablecía la pena de muerte por garrote vil, se realizaba el primer vuelo del autogiro de Juan de la Cierva sobre Madrid y el Real Betis ganaba su primer y hasta el momento único título de Liga, entre otras efemérides, como la llegada al mercado de una nueva bebida, TriNaranjus, con una peculiar botella que no pasaba inadvertida.
Tri Naranjus (inicialmente dos palabras y después las dos juntas, ambas con mayúsculas) fue el primer refresco de frutas sin burbujas del mercado español. La marca nació en Valencia, en el número 44 de la calle Sagunto, hace ahora 90 años. Allí tenía su laboratorio el doctor Agustín Trigo Mezquita, farmacéutico que creó la nueva bebida refrescante a base de zumo concentrado de naranja, que estaba dirigida inicialmente sobre todo al público infantil.
El refresco recibió el nombre de TriNaranjus porque su receta original estaba elaborada con tres variedades de naranjas (Naranja Valencia, Salustiana y Cadenera) y por ello en su primera botella, de cristal, en la base había tres de estos cítricos. La botella en cuestión ha hecho que la imaginación de miles de personas vuele durante décadas.
TriNaranjus comenzó a venderse en toda España y, años después, fue una de las primeras marcas en aparecer en anuncios televisivos, en las pocas teles que había cuando Televisión Española comenzó a emitir en España en 1956 (apenas 600 televisores en Madrid). Tenía como grandes rivales a dos refrescos estadounidenses, Pepsi y Coca-Cola, aunque estas eran bebidas de cola y con burbujas, y la apuesta de TriaNaranjus era la fruta, y concretamente las naranjas, y prescindir del gas. Después llegaría el sabor limón, aunque conservando la marca Trinaranjus -nada de 'Trilimonus'- y décadas después numerosas variedades con otras frutas.
El diseño de esa primera botella de Trinaranjus corrió en 1934 a cargo de Pedro Gras y se expuso en la Feria de Marsella, Francia, dos años después con el nombre de Naranjina. Vicente Trigo vendió ese producto al francés León Betón, que le cambió el nombre a Orangina, mientras que el farmacéutico valenciano se asoció con el empresario Salvador Soler Violant y fue entonces cuando se impuso el nombre de TriNaranjus, además de reformularse la bebida, que fue un éxito desde el comienzo.
En los años 80 se produjo la mayor renovación de la imagen de TriNaranjus, que cambió su nombre a TriNa en 1986. Años más tarde, la marca pasó a ser propiedad de Orangina Schweppes, hasta que en 2009 lo adquirió el grupo japonés Suntory, y Trina pasó a sus manos. TriNa quedó integrada en Schweppes Suntory España, junto con otras marcas como Schweppes o La Casera, y volvió a actualizarse para convertirse en una "bebida del siglo XXI".
La marca presume ahora de incluir más fruta que cualquier otro refresco y de que sus productos son bajos en calorías: "Es un refresco sin burbujas, con auténtico zumo de fruta y un sabor inconfundible". Atrás quedaron los tiempos en que esta bebida se dirigía casi en exclusiva al público infantil.
En 2019, coincidiendo con el 85 aniversario de TriNaranjus, TriNa lanzó sus bebidas en un envase vintage de edición limitada, que rendía tributo a la clásica botella de cristal de un litro que dejó de producirse en 1986, tras 33 años vigente, y TriNa volvió a incluir "TriNaranjus" en el envase. Sin embargo, la primera botella de la marca valenciana, que estuvo vigente desde 1934 a 1956, no ha vuelto a reeditarse y algunos de los que disponen de una tratan de hacer su agosto en diferentes portales de internet. La botella original de Trinaranjus de 1934, que incluye en su base las palabras "TRINARANJUS" y DR. TRIGO", podemos encontrarla en diferentes sitios de internet desde 50 euros, aunque hay quien no duda en ponerla a la venta por 1.000 euros por si acaso suena la flauta.
[Fuente: Luís M. García para eleconomista.es]
Tri Naranjus (inicialmente dos palabras y después las dos juntas, ambas con mayúsculas) fue el primer refresco de frutas sin burbujas del mercado español. La marca nació en Valencia, en el número 44 de la calle Sagunto, hace ahora 90 años. Allí tenía su laboratorio el doctor Agustín Trigo Mezquita, farmacéutico que creó la nueva bebida refrescante a base de zumo concentrado de naranja, que estaba dirigida inicialmente sobre todo al público infantil.
El refresco recibió el nombre de TriNaranjus porque su receta original estaba elaborada con tres variedades de naranjas (Naranja Valencia, Salustiana y Cadenera) y por ello en su primera botella, de cristal, en la base había tres de estos cítricos. La botella en cuestión ha hecho que la imaginación de miles de personas vuele durante décadas.
TriNaranjus comenzó a venderse en toda España y, años después, fue una de las primeras marcas en aparecer en anuncios televisivos, en las pocas teles que había cuando Televisión Española comenzó a emitir en España en 1956 (apenas 600 televisores en Madrid). Tenía como grandes rivales a dos refrescos estadounidenses, Pepsi y Coca-Cola, aunque estas eran bebidas de cola y con burbujas, y la apuesta de TriaNaranjus era la fruta, y concretamente las naranjas, y prescindir del gas. Después llegaría el sabor limón, aunque conservando la marca Trinaranjus -nada de 'Trilimonus'- y décadas después numerosas variedades con otras frutas.
El diseño de esa primera botella de Trinaranjus corrió en 1934 a cargo de Pedro Gras y se expuso en la Feria de Marsella, Francia, dos años después con el nombre de Naranjina. Vicente Trigo vendió ese producto al francés León Betón, que le cambió el nombre a Orangina, mientras que el farmacéutico valenciano se asoció con el empresario Salvador Soler Violant y fue entonces cuando se impuso el nombre de TriNaranjus, además de reformularse la bebida, que fue un éxito desde el comienzo.
En los años 80 se produjo la mayor renovación de la imagen de TriNaranjus, que cambió su nombre a TriNa en 1986. Años más tarde, la marca pasó a ser propiedad de Orangina Schweppes, hasta que en 2009 lo adquirió el grupo japonés Suntory, y Trina pasó a sus manos. TriNa quedó integrada en Schweppes Suntory España, junto con otras marcas como Schweppes o La Casera, y volvió a actualizarse para convertirse en una "bebida del siglo XXI".
La marca presume ahora de incluir más fruta que cualquier otro refresco y de que sus productos son bajos en calorías: "Es un refresco sin burbujas, con auténtico zumo de fruta y un sabor inconfundible". Atrás quedaron los tiempos en que esta bebida se dirigía casi en exclusiva al público infantil.
En 2019, coincidiendo con el 85 aniversario de TriNaranjus, TriNa lanzó sus bebidas en un envase vintage de edición limitada, que rendía tributo a la clásica botella de cristal de un litro que dejó de producirse en 1986, tras 33 años vigente, y TriNa volvió a incluir "TriNaranjus" en el envase. Sin embargo, la primera botella de la marca valenciana, que estuvo vigente desde 1934 a 1956, no ha vuelto a reeditarse y algunos de los que disponen de una tratan de hacer su agosto en diferentes portales de internet. La botella original de Trinaranjus de 1934, que incluye en su base las palabras "TRINARANJUS" y DR. TRIGO", podemos encontrarla en diferentes sitios de internet desde 50 euros, aunque hay quien no duda en ponerla a la venta por 1.000 euros por si acaso suena la flauta.
[Fuente: Luís M. García para eleconomista.es]
Primera línea ferroviaria española: Barcelona-Mataró (1848)
El primer tren de la Península Ibérica iniciaba su recorrido de 28,25 kilómetros, partiendo de Barcelona hacia Mataró, un 28 de octubre de 1848.
Mucho ha cambiado desde entonces: la propia compañía que puso en marcha la locomotora ya no existe, las estaciones de partida y llegada fueron derruidas, el itinerario tenía una sola vía, y una larga lista de etcéteras. Sin embargo, ese primer trayecto sentó un importante precedente para la historia ferroviaria española, mostrando los beneficios de este nuevo medio de transporte que en su día se calificó como revolucionario.
Las primeras locomotoras datan de inicios del siglo XIX, pero no fue hasta casi medio siglo después que el mataronense Miquel Biada, por iniciativa personal, se dispuso a instaurar las primeras líneas de ferrocarril de España operadas por la Compañía el Camino de Hierro. La llegada del tren significaba el fin de tediosos viajes en carruaje tirado por caballos los cuales, por norma general, sólo los ciudadanos adinerados se podían permitir.
El primer recorrido se planeó entre Barcelona y Mataró, uniendo la capital catalana con la localidad de nacimiento del empresario y principal responsable de su construcción. La línea pasaría por una serie de ciudades costeras, entre las que se incluye Montgat, El Masnou, Ocata, Premià y Vilassar. Así, se levantaron las dos primeras estaciones de tren de la península. La de Barcelona se encontraba cerca de la actual Estación de Francia y fue construida por Martí Audinis y Domènec Tomàs. Por su parte, el edificio que constituía la estación de Mataró estaba ubicado cerca de la playa y fue construido por Josep Forns.
La expectativa era tal que el día de la inauguración ambas estaciones reunieron una gran cantidad de ciudadanos curiosos, más allá de los 900 pasajeros que tenían que viajar en esa locomotora, que no querían perderse tal hito histórico. La locomotora que emprendió el primer trayecto fue bendecida in situ por las autoridades eclesiásticas.
Por entonces, Mataró era una ciudad industrial en auge que destacaba en producción textil y metalúrgica. Pero hubo otro factor que ayudó a transformar la comarca del Maresme: la comodidad de los trayectos en tren propiciaron la llegada de la burguesía catalana al Maresme con objetivos recreacionales, donde gastaban su dinero.
A veces no es posible hacer las cosas bien a la primera, y este fue el caso del primer ferrocarril de España. Antes del exitoso proyecto de Barcelona-Mataró habían fracasado dos planes anteriores. El primero, en 1829, tenía que unir Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, mientras que el segundo, en 1843, uniría las ciudades de Reus y Tarragona. Finalmente, a partir de 1845 se empezó a preparar el plan que uniría la capital catalana con la principal ciudad del Maresme. La Compañía el Camino de Hierro había conseguido acumular una gran cantidad de capital gracias a inversores extranjeros y también locales.
Incluso con el proyecto aprobado, la empresa tuvo que afrontar varios contratiempos durante la construcción de la infraestructura ferroviaria, entre ellos los constantes boicots de pequeños propietarios que tuvieron que ser expropiados y también de una parte de la sociedad que todavía se oponía al desarrollo tecnológico, considerándolo una invención diabólica. Pese a todo, las obras pudieron terminarse a tiempo y la inauguración tuvo lugar dentro del plazo previsto, pero el acto no fue del todo como se esperaba. Unos meses antes de que se realizara el primer trayecto Miquel Biada murió, sin llegar a presenciar la puesta en marcha de su gran proyecto.
Desde aquella magnífica inauguración, el ferrocarril español se ha instaurado y desarrollado hasta crear las complejas redes ferroviarias que conocemos a día de hoy. Mucho ha ocurrido desde entonces:
- En 1855 se aprobó la Ley General de Ferrocarriles.
- En 1912 se puso en marcha la primera línea electrificada.
- En 1941 se crea Renfe, la actual compañía de transporte ferroviario español.
- En 1991 Mercè Sala pasa a ser la primera mujer que preside Renfe.
- En 1992 se inaugura el primer tren de alta velocidad.
Ninguno de los dos edificios que un día constituyeron las primeras estaciones de tren de España existen en la actualidad, pero todavía podemos visitar algunos elementos relacionados con su historia. En el Museo del Ferrocarril de Madrid se conserva el reloj de pared que colgaba en la estación de Barcelona. Además, en Vilanova podemos encontrar una réplica del primer tren que viajó por la Península Ibérica.
[Fuente: Berta Erill para historia.nationalgeographic.com.es]
Mucho ha cambiado desde entonces: la propia compañía que puso en marcha la locomotora ya no existe, las estaciones de partida y llegada fueron derruidas, el itinerario tenía una sola vía, y una larga lista de etcéteras. Sin embargo, ese primer trayecto sentó un importante precedente para la historia ferroviaria española, mostrando los beneficios de este nuevo medio de transporte que en su día se calificó como revolucionario.
Las primeras locomotoras datan de inicios del siglo XIX, pero no fue hasta casi medio siglo después que el mataronense Miquel Biada, por iniciativa personal, se dispuso a instaurar las primeras líneas de ferrocarril de España operadas por la Compañía el Camino de Hierro. La llegada del tren significaba el fin de tediosos viajes en carruaje tirado por caballos los cuales, por norma general, sólo los ciudadanos adinerados se podían permitir.
El primer recorrido se planeó entre Barcelona y Mataró, uniendo la capital catalana con la localidad de nacimiento del empresario y principal responsable de su construcción. La línea pasaría por una serie de ciudades costeras, entre las que se incluye Montgat, El Masnou, Ocata, Premià y Vilassar. Así, se levantaron las dos primeras estaciones de tren de la península. La de Barcelona se encontraba cerca de la actual Estación de Francia y fue construida por Martí Audinis y Domènec Tomàs. Por su parte, el edificio que constituía la estación de Mataró estaba ubicado cerca de la playa y fue construido por Josep Forns.
La expectativa era tal que el día de la inauguración ambas estaciones reunieron una gran cantidad de ciudadanos curiosos, más allá de los 900 pasajeros que tenían que viajar en esa locomotora, que no querían perderse tal hito histórico. La locomotora que emprendió el primer trayecto fue bendecida in situ por las autoridades eclesiásticas.
Por entonces, Mataró era una ciudad industrial en auge que destacaba en producción textil y metalúrgica. Pero hubo otro factor que ayudó a transformar la comarca del Maresme: la comodidad de los trayectos en tren propiciaron la llegada de la burguesía catalana al Maresme con objetivos recreacionales, donde gastaban su dinero.
A veces no es posible hacer las cosas bien a la primera, y este fue el caso del primer ferrocarril de España. Antes del exitoso proyecto de Barcelona-Mataró habían fracasado dos planes anteriores. El primero, en 1829, tenía que unir Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, mientras que el segundo, en 1843, uniría las ciudades de Reus y Tarragona. Finalmente, a partir de 1845 se empezó a preparar el plan que uniría la capital catalana con la principal ciudad del Maresme. La Compañía el Camino de Hierro había conseguido acumular una gran cantidad de capital gracias a inversores extranjeros y también locales.
Incluso con el proyecto aprobado, la empresa tuvo que afrontar varios contratiempos durante la construcción de la infraestructura ferroviaria, entre ellos los constantes boicots de pequeños propietarios que tuvieron que ser expropiados y también de una parte de la sociedad que todavía se oponía al desarrollo tecnológico, considerándolo una invención diabólica. Pese a todo, las obras pudieron terminarse a tiempo y la inauguración tuvo lugar dentro del plazo previsto, pero el acto no fue del todo como se esperaba. Unos meses antes de que se realizara el primer trayecto Miquel Biada murió, sin llegar a presenciar la puesta en marcha de su gran proyecto.
Desde aquella magnífica inauguración, el ferrocarril español se ha instaurado y desarrollado hasta crear las complejas redes ferroviarias que conocemos a día de hoy. Mucho ha ocurrido desde entonces:
- En 1855 se aprobó la Ley General de Ferrocarriles.
- En 1912 se puso en marcha la primera línea electrificada.
- En 1941 se crea Renfe, la actual compañía de transporte ferroviario español.
- En 1991 Mercè Sala pasa a ser la primera mujer que preside Renfe.
- En 1992 se inaugura el primer tren de alta velocidad.
Ninguno de los dos edificios que un día constituyeron las primeras estaciones de tren de España existen en la actualidad, pero todavía podemos visitar algunos elementos relacionados con su historia. En el Museo del Ferrocarril de Madrid se conserva el reloj de pared que colgaba en la estación de Barcelona. Además, en Vilanova podemos encontrar una réplica del primer tren que viajó por la Península Ibérica.
[Fuente: Berta Erill para historia.nationalgeographic.com.es]
Julio Verne: Padre de la ciencia ficción moderna, junto a H. G. Wells (1862)
Julio Verne fue uno de los autores más prolíficos y leídos de la historia. La fórmula de su éxito se debió a la combinación de dos elementos que apasionaban a la sociedad europea de finales del siglo XIX y principios del XX: las aventuras de los exploradores que se adentraban en territorios desconocidos hasta entonces –como los polos, el África tropical o las profundidades submarinas–, y los avances científicos y tecnológicos que plasmaba en sus obras.
Esto último le otorgó un aura de escritor visionario, al ir un paso por delante de la realidad de su época (máquinas voladoras, submarinos, viajes espaciales...), aunque él siempre defendió que sus predicciones estaban basadas en la aplicación lógica de la tecnología existente en la época.
Jules Verne nació en el seno de una familia burguesa de Nantes el 8 de febrero de 1828. Su padre, Pierre Verne, era notario y descendiente de todo un linaje de abogados. Su madre, Sophie Allotte, pertenecía a una casta de militares. La casa de la familia se encontraba en un exclusivo barrio de la ciudad del Loira, donde la mayoría de las lujosas mansiones eran propiedad de armadores de barcos que, enriquecidos por el "oro negro" de la trata de esclavos, vivieron su época de esplendor en el siglo XVIII. No en balde el puerto fue escala de los buques negreros que se dirigían a Estados Unidos. Todavía hoy puede verse la decoración favorita de esos tratantes: mascarones esculpidos en sus fachadas, cuyas caras representaban seres mitológicos, indios, negros e incluso a familiares de los comerciantes. El novelista saldó esta mancha cívica de su ciudad natal en 'Un capitán de quince años', donde condenó "el abominable tráfico de cargamento de ébano".
Las biografías de Julio Verne cuentan unaanécdota, probablemente apócrifa, sobre su precocidad aventurera. Dicen que a los once años se escapó de casa para enrolarse como grumete en el mercante Coralie y que su padre le bajó del barco cuando éste iba a zarpar rumbo a la India. Pero lo que en verdad despertó la pasión literaria de Verne fueron las historias que le contaba su maestra de escuela, esposa de marino, así como la vista del muelle desde su ventana. Aquel bosque de mástiles, las banderas de colores y el trajín de la carga y descarga le hicieron soñar con echarse a la mar inexplorada.
En sus años de educación secundaria, en los que ganó un premio de geografía, prendió su afición a coleccionar revistas científicas. También devoró libros de aventuras, desde 'Robinson Crusoe' a 'Ivanhoe', y dedicó poemas a su primer amor, mademoiselle Caroline. El rechazo de la joven, comprometida con un vizconde, frenó su vena artística y, desilusionado, aceptó el consejo paterno de ir a estudiar Derecho a París. Ese viaje lo realizó en dos medios de transporte que le fascinaron y adoptó para sus novelas: el piróscafo, o barco de vapor, y el ferrocarril.
Fue así como Julio Verne llegó en 1847 a una ciudad en vísperas de la revolución liberal que derrocó al rey Luis Felipe, en cuyo lugar se proclamó una república democrática. No obstante la agitación política, Verne se limitó a frecuentar a la bohemia del Barrio Latino que, en pleno romanticismo, admiraba a Balzac, Víctor Hugo y Musset. Por esta vía se introdujo en la tertulia literaria del salón de madame Barrère, donde entró en contacto con Alexandre Dumas hijo, que lo aconsejó. A raíz de este apoyo, escribió obras teatrales, relatos cortos y libretos de ópera, y renunció a ejercer como jurista, en contra del criterio paterno. También entabló amistad con Nadar en el Club de Prensa Científica. Este fotógrafo aeronauta –que en 1862 haría los primeros retratos de la Ciudad de la Luz desde un globo– contagió a Verne la pasión por el vuelo aerostático.
Fueron años de hambre, lo que le provocó trastornos digestivos crónicos, pero también de frenesí lector. Lo mismo leía sobre matemáticas y astronomía que descubría 'La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall', de Edgar Allan Poe, sobre un viaje a la Luna en globo. Tras un empleo como secretario del Teatro Lírico, trabajó como agente de Bolsa, hasta que a los 24 años entró en la redacción de la revista literaria 'El museo de las familias' para ocuparse de su sección científica.
Más tarde conoció a Honorine Deviane, una viuda de Amiens que tenía dos hijas, con la que se casó en 1857. El matrimonio no le proporcionó la estabilidad que esperaba. Más bien sintió que le encarcelaba, por lo que viajó a Escocia, Noruega y Dinamarca huyendo de la monotonía del hogar. La pareja tuvo un hijo, Michel, que resultó un quebradero de cabeza, pues, aunque llegó a ser un escritor aceptable, no dejó de dar disgustos a sus padres y los escandalizó por sus amoríos con actrices y por tener un hijo ilegítimo.
En 1862 se produjo un encuentro decisivo. Julio Verne entregó al editor Pierre-Jules Hetzel un manuscrito que combinaba la literatura con la divulgación científica. Se trataba de 'Cinco semanas en globo', trasunto de los vuelos de su amigo Nadar, que se convirtió en un éxito de ventas sin precedentes. El propio Verne lo habría descrito con estas palabras: "Acabo de escribir una novela con una forma nueva, una idea propia. Si tiene éxito, constituirá, estoy seguro, un filón abierto". Hetzel lo vio de la misma manera. Cuando el escritor le llevó un manuscrito futurista, titulado 'París en el siglo XX', el editor lo rechazó por parecerle pesimista y muy técnico. "Daría la impresión de que el globo fue una feliz casualidad", le dijo, y conminó a Verne a volver al estilo original. El astuto Hetzel le ofreció un contrato suculento, pero que en su letra pequeña camuflaba unas condiciones leoninas. Verne se comprometía a escribir dos novelas al año para la casa editorial durante los siguientes veinte años a cambio de 20.000 francos anuales por derechos de autor. Una suma elevada, pero que condenó al autor a una producción literaria a destajo durante el resto de su vida.
En busca de la tranquilidad para escribir al ritmo frenético que le imponía el contrato con Hetzel, el autor se instaló en Amiens, lejos del "ruido insoportable" y la "agitación estéril" de París. En la quietud de su despacho escribía desde las cinco de la madrugada hasta las once de la mañana. Su casa estaba cerca de la estación, lo que le permitía viajar tanto a la capital como al puerto de Le Crotoy, donde amarraba su barco (llegó a tener tres, de nombre Saint Michel) para salir a navegar, su gran pasión.
Verne se integró plenamente en la vida social de la ciudad, de la que fue concejal de Educación, Museos y Fiestas. Entre sus logros se cuenta la construcción de un circo, encargado al arquitecto Émile Ricquier, alumno de Eiffel. Esta afición circense la reflejó en la novela 'César Cascabel' (1890), que muestra el periplo de una familia de saltimbanquis que viaja en carreta a través del Oeste de Estados Unidos y de Siberia para regresar a Francia, atravesando durante el trayecto paisajes vírgenes y desiertos de hielo.
En la calma de Amiens, Verne concibió la mayoría de las obras agrupadas bajo el nombre de 'Viajes extraordinarios'. El autor escribió estas famosas novelas de aventuras hasta el año de su muerte, en 1905. En el prólogo a 'Las aventuras del capitán Hatteras' (1864-1865), Hetzel proclamó que el objetivo de la colección consistía en "resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos acumulados por la ciencia moderna y rehacer, bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del universo". Los primeros títulos, de pequeño formato, se publicaron por entregas en el 'Magasin d’Education et de Récréation'. Pero Hetzel pronto se percató de que también tenían buena salida comercial en un tamaño mayor y con una cubierta ilustrada. Así surgió la idea de las famosas portadas de los 'Viajes extraordinarios', diseñadas mediante la técnica del cartonaje, que consistía en encuadernar los libros con una cubierta de cartón forrada de tela ricamente decorada. La popularidad que alcanzaron las novelas de Verne llevó al editor a mimar la estética de los libros y renovarla según los gustos del público.
Esas entregas iniciales de los 'Viajes extraordinarios' son un canto a la felicidad que el progreso traería para el hombre. El medio para alcanzar este logro social sería la ciencia y su divulgación a través de las novelas. Ahora bien, el escritor mezclaba en ellas las lecturas románticas de su juventud con ideas del socialismo utópico y del positivismo basado en la razón. Las historias de Verne aparecieron en un momento de optimismo colectivo, propiciado por la Revolución Industrial en Francia y la estabilidad política del régimen de Napoleón III. De ahí que los protagonistas de estos viajes sean exploradores de buen talante y las máquinas mejoren la vida de los hombres.
En 'Cinco semanas en globo', el sabio inglés Samuel Fergusson, en compañía de un criado y un amigo, recorre el continente africano a bordo de un globo hinchado con hidrógeno. En 'Veinte mil leguas de viaje submarino' (1869), el biólogo francés Pierre Aronnax, embarcado en el buque Abraham Lincoln, es arrojado al mar y va a parar al submarino Nautilus del legendario capitán Nemo. 'Viaje al centro de la tierra' (1864) narra la expedición de un profesor de mineralogía, el doctor alemán Otto Lidenbrock, hasta el núcleo del planeta desde un volcán en Islandia. Y en 'La isla misteriosa' (1874), los tripulantes de un globo caen en una isla bajo la que se esconde el reino acuático del capitán Nemo.
Con el paso del tiempo, sin embargo, los libros de Verne se vuelven más pesimistas. A finales de siglo, las potencias europeas rivalizaban por la expansión de sus respectivos imperios coloniales, y la ciencia y la tecnología se ponían al servicio de la industria y el capital. Verne sintió flaquear su feen el progreso y desplazó a sus personajes desde los descubrimientos geográficos hasta mundos más reconocibles. Tal es el caso de la novela 'El rayo verde' (1882), en la que un impulso romántico lleva a los protagonistas hasta las costas de Escocia para contemplar este fenómeno atmosférico. O 'El castillo de los Cárpatos' (1892), novela de ecos góticos y vampíricos ambientada en Transilvania. En el prólogo a esta última, Julio Verne se lamenta de que al final del "pragmático siglo XIX" ya no hay nadie que invente leyendas, ni siquiera en los países más mágicos.
La Europa de Julio Verne vivió una revolución industrial. Las fábricas, la tecnología, la máquina de vapor, el telégrafo y las comunicaciones transformaron el mundo y lo empequeñecieron: la apertura del canal de Suez, el ferrocarril del Pacífico en Estados Unidos o el Transiberiano en Asia acortaron las distancias. Los nuevos medios de comunicación de masas dieron noticias puntuales de estos progresos. Éste era el caldo de cultivo idóneo para que el escritor francés vaticinase avances tecnológicos del siglo XX. De este modo, junto con H. G. Wells, Verne se erigió en uno de los padres de la ciencia ficción.
Ahora bien, esta adoración por la ciencia del futuro no fue premeditada y se debía a su afán divulgador: "Yo simplemente he hecho ficción de aquello que posteriormente se convertiría en un hecho, y mi objetivo no era profetizar, sino difundir el conocimiento de la geografía entre la juventud", afirmó en una entrevista de 1902.
Los inventos que imaginó Verne se anticiparon a su tiempo. Unos se cumplieron: el submarino, los cohetes a la Luna, las capitales superpobladas, el teléfono, las guerras bacteriológicas y las videoconferencias. Otros no cuajaron: los periódicos hablados, los tubos neumáticos a través de los mares y los transformadores solares que uniforman las estaciones. Pero todos fueron impulsados por una imaginación prodigiosa y una fe ciega en el progreso: "Mi lema ha sido siempre el amor al bien y a la ciencia", decía. La obra de Julio Verne también contribuyó a arrojar una nueva mirada sobre el paisaje, cuya percepción experimentó cambios revolucionarios en el siglo XIX. Desde la Antigüedad, la visión tradicional del espacio había sido frontal; y de frente atisbaba el horizonte el correo del zar, 'Miguel Strogoff', durante su misión por los dilatados espacios que separaban Moscú de Irkutsk.
Sin embargo, el ferrocarril trajo consigo una percepción lateral del espacio, pues los viajeros miraban el paisaje desde una ventanilla, lo que anticipaba dos nuevos lenguajes: el cine y el cómic. Gracias a la velocidad del nuevo medio de transporte, Phileas Fogg y su inseparable mayordomo Passepartout cubrieron en tren la mayor parte de 'La vuelta al mundo en ochenta días' (1872). Ahora bien, los ojos de los hombres de la Belle Époque también se alzaron hacia el cielo. 'En Cinco semanas en globo', los exploradores observan la tierra a vista de pájaro. En 'De la Tierra a la Luna' (1865), y en su adaptación al cine por Méliès, los astronautas contemplan panorámicas similares a las del cohete Apolo VIII.
Esa misma mirada también se dirigió al mundo subterráneo en 'Viaje al centro de la Tierra', y a las profundidades insondables en 'Veinte mil leguas de viaje submarino', donde el capitán Nemo recorría el lecho marino a bordo del Nautilus, descubriendo un mundo nuevo con criaturas desconocidas y legendarias. Los lectores habían pasado a tener una percepción vertical del paisaje y las novelas de Julio Verne reflejan esa revolución visual de los tiempos modernos.
La vida sedentaria de Julio Verne no le impidió recorrer los planetas con el pensamiento en 'De la Tierra a la Luna' y otras obras. En 1894, Mary A. Belloc, una redactora de la revista The Strand Magazine, hizo una entrevista al escritor. Preguntado acerca de su proceso creativo, y en concreto por el origen de sus ideas científicas, Verne respondió: "El secreto está en que me ha apasionado siempre el estudio de la geografía. Creo que mi interés por los mapas y por los grandes exploradores del mundo me indujo a escribir mis novelas".
Tal vez por eso, en su casa de Amiens, llama la atención un globo terráqueo posado sobre su escritorio, cuya esfera está picada por las incisiones de compás que el escritor hacía para medir las distancias.
Julio Verne terminó sus días en Amiens a los 77 años de edad un 24 de marzo de 1905.
[Fuente: Pedro García para historia.nationalgeographic.com.es]
Esto último le otorgó un aura de escritor visionario, al ir un paso por delante de la realidad de su época (máquinas voladoras, submarinos, viajes espaciales...), aunque él siempre defendió que sus predicciones estaban basadas en la aplicación lógica de la tecnología existente en la época.
Jules Verne nació en el seno de una familia burguesa de Nantes el 8 de febrero de 1828. Su padre, Pierre Verne, era notario y descendiente de todo un linaje de abogados. Su madre, Sophie Allotte, pertenecía a una casta de militares. La casa de la familia se encontraba en un exclusivo barrio de la ciudad del Loira, donde la mayoría de las lujosas mansiones eran propiedad de armadores de barcos que, enriquecidos por el "oro negro" de la trata de esclavos, vivieron su época de esplendor en el siglo XVIII. No en balde el puerto fue escala de los buques negreros que se dirigían a Estados Unidos. Todavía hoy puede verse la decoración favorita de esos tratantes: mascarones esculpidos en sus fachadas, cuyas caras representaban seres mitológicos, indios, negros e incluso a familiares de los comerciantes. El novelista saldó esta mancha cívica de su ciudad natal en 'Un capitán de quince años', donde condenó "el abominable tráfico de cargamento de ébano".
Las biografías de Julio Verne cuentan unaanécdota, probablemente apócrifa, sobre su precocidad aventurera. Dicen que a los once años se escapó de casa para enrolarse como grumete en el mercante Coralie y que su padre le bajó del barco cuando éste iba a zarpar rumbo a la India. Pero lo que en verdad despertó la pasión literaria de Verne fueron las historias que le contaba su maestra de escuela, esposa de marino, así como la vista del muelle desde su ventana. Aquel bosque de mástiles, las banderas de colores y el trajín de la carga y descarga le hicieron soñar con echarse a la mar inexplorada.
En sus años de educación secundaria, en los que ganó un premio de geografía, prendió su afición a coleccionar revistas científicas. También devoró libros de aventuras, desde 'Robinson Crusoe' a 'Ivanhoe', y dedicó poemas a su primer amor, mademoiselle Caroline. El rechazo de la joven, comprometida con un vizconde, frenó su vena artística y, desilusionado, aceptó el consejo paterno de ir a estudiar Derecho a París. Ese viaje lo realizó en dos medios de transporte que le fascinaron y adoptó para sus novelas: el piróscafo, o barco de vapor, y el ferrocarril.
Fue así como Julio Verne llegó en 1847 a una ciudad en vísperas de la revolución liberal que derrocó al rey Luis Felipe, en cuyo lugar se proclamó una república democrática. No obstante la agitación política, Verne se limitó a frecuentar a la bohemia del Barrio Latino que, en pleno romanticismo, admiraba a Balzac, Víctor Hugo y Musset. Por esta vía se introdujo en la tertulia literaria del salón de madame Barrère, donde entró en contacto con Alexandre Dumas hijo, que lo aconsejó. A raíz de este apoyo, escribió obras teatrales, relatos cortos y libretos de ópera, y renunció a ejercer como jurista, en contra del criterio paterno. También entabló amistad con Nadar en el Club de Prensa Científica. Este fotógrafo aeronauta –que en 1862 haría los primeros retratos de la Ciudad de la Luz desde un globo– contagió a Verne la pasión por el vuelo aerostático.
Fueron años de hambre, lo que le provocó trastornos digestivos crónicos, pero también de frenesí lector. Lo mismo leía sobre matemáticas y astronomía que descubría 'La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall', de Edgar Allan Poe, sobre un viaje a la Luna en globo. Tras un empleo como secretario del Teatro Lírico, trabajó como agente de Bolsa, hasta que a los 24 años entró en la redacción de la revista literaria 'El museo de las familias' para ocuparse de su sección científica.
Más tarde conoció a Honorine Deviane, una viuda de Amiens que tenía dos hijas, con la que se casó en 1857. El matrimonio no le proporcionó la estabilidad que esperaba. Más bien sintió que le encarcelaba, por lo que viajó a Escocia, Noruega y Dinamarca huyendo de la monotonía del hogar. La pareja tuvo un hijo, Michel, que resultó un quebradero de cabeza, pues, aunque llegó a ser un escritor aceptable, no dejó de dar disgustos a sus padres y los escandalizó por sus amoríos con actrices y por tener un hijo ilegítimo.
En 1862 se produjo un encuentro decisivo. Julio Verne entregó al editor Pierre-Jules Hetzel un manuscrito que combinaba la literatura con la divulgación científica. Se trataba de 'Cinco semanas en globo', trasunto de los vuelos de su amigo Nadar, que se convirtió en un éxito de ventas sin precedentes. El propio Verne lo habría descrito con estas palabras: "Acabo de escribir una novela con una forma nueva, una idea propia. Si tiene éxito, constituirá, estoy seguro, un filón abierto". Hetzel lo vio de la misma manera. Cuando el escritor le llevó un manuscrito futurista, titulado 'París en el siglo XX', el editor lo rechazó por parecerle pesimista y muy técnico. "Daría la impresión de que el globo fue una feliz casualidad", le dijo, y conminó a Verne a volver al estilo original. El astuto Hetzel le ofreció un contrato suculento, pero que en su letra pequeña camuflaba unas condiciones leoninas. Verne se comprometía a escribir dos novelas al año para la casa editorial durante los siguientes veinte años a cambio de 20.000 francos anuales por derechos de autor. Una suma elevada, pero que condenó al autor a una producción literaria a destajo durante el resto de su vida.
En busca de la tranquilidad para escribir al ritmo frenético que le imponía el contrato con Hetzel, el autor se instaló en Amiens, lejos del "ruido insoportable" y la "agitación estéril" de París. En la quietud de su despacho escribía desde las cinco de la madrugada hasta las once de la mañana. Su casa estaba cerca de la estación, lo que le permitía viajar tanto a la capital como al puerto de Le Crotoy, donde amarraba su barco (llegó a tener tres, de nombre Saint Michel) para salir a navegar, su gran pasión.
Verne se integró plenamente en la vida social de la ciudad, de la que fue concejal de Educación, Museos y Fiestas. Entre sus logros se cuenta la construcción de un circo, encargado al arquitecto Émile Ricquier, alumno de Eiffel. Esta afición circense la reflejó en la novela 'César Cascabel' (1890), que muestra el periplo de una familia de saltimbanquis que viaja en carreta a través del Oeste de Estados Unidos y de Siberia para regresar a Francia, atravesando durante el trayecto paisajes vírgenes y desiertos de hielo.
En la calma de Amiens, Verne concibió la mayoría de las obras agrupadas bajo el nombre de 'Viajes extraordinarios'. El autor escribió estas famosas novelas de aventuras hasta el año de su muerte, en 1905. En el prólogo a 'Las aventuras del capitán Hatteras' (1864-1865), Hetzel proclamó que el objetivo de la colección consistía en "resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos acumulados por la ciencia moderna y rehacer, bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del universo". Los primeros títulos, de pequeño formato, se publicaron por entregas en el 'Magasin d’Education et de Récréation'. Pero Hetzel pronto se percató de que también tenían buena salida comercial en un tamaño mayor y con una cubierta ilustrada. Así surgió la idea de las famosas portadas de los 'Viajes extraordinarios', diseñadas mediante la técnica del cartonaje, que consistía en encuadernar los libros con una cubierta de cartón forrada de tela ricamente decorada. La popularidad que alcanzaron las novelas de Verne llevó al editor a mimar la estética de los libros y renovarla según los gustos del público.
Esas entregas iniciales de los 'Viajes extraordinarios' son un canto a la felicidad que el progreso traería para el hombre. El medio para alcanzar este logro social sería la ciencia y su divulgación a través de las novelas. Ahora bien, el escritor mezclaba en ellas las lecturas románticas de su juventud con ideas del socialismo utópico y del positivismo basado en la razón. Las historias de Verne aparecieron en un momento de optimismo colectivo, propiciado por la Revolución Industrial en Francia y la estabilidad política del régimen de Napoleón III. De ahí que los protagonistas de estos viajes sean exploradores de buen talante y las máquinas mejoren la vida de los hombres.
En 'Cinco semanas en globo', el sabio inglés Samuel Fergusson, en compañía de un criado y un amigo, recorre el continente africano a bordo de un globo hinchado con hidrógeno. En 'Veinte mil leguas de viaje submarino' (1869), el biólogo francés Pierre Aronnax, embarcado en el buque Abraham Lincoln, es arrojado al mar y va a parar al submarino Nautilus del legendario capitán Nemo. 'Viaje al centro de la tierra' (1864) narra la expedición de un profesor de mineralogía, el doctor alemán Otto Lidenbrock, hasta el núcleo del planeta desde un volcán en Islandia. Y en 'La isla misteriosa' (1874), los tripulantes de un globo caen en una isla bajo la que se esconde el reino acuático del capitán Nemo.
Con el paso del tiempo, sin embargo, los libros de Verne se vuelven más pesimistas. A finales de siglo, las potencias europeas rivalizaban por la expansión de sus respectivos imperios coloniales, y la ciencia y la tecnología se ponían al servicio de la industria y el capital. Verne sintió flaquear su feen el progreso y desplazó a sus personajes desde los descubrimientos geográficos hasta mundos más reconocibles. Tal es el caso de la novela 'El rayo verde' (1882), en la que un impulso romántico lleva a los protagonistas hasta las costas de Escocia para contemplar este fenómeno atmosférico. O 'El castillo de los Cárpatos' (1892), novela de ecos góticos y vampíricos ambientada en Transilvania. En el prólogo a esta última, Julio Verne se lamenta de que al final del "pragmático siglo XIX" ya no hay nadie que invente leyendas, ni siquiera en los países más mágicos.
La Europa de Julio Verne vivió una revolución industrial. Las fábricas, la tecnología, la máquina de vapor, el telégrafo y las comunicaciones transformaron el mundo y lo empequeñecieron: la apertura del canal de Suez, el ferrocarril del Pacífico en Estados Unidos o el Transiberiano en Asia acortaron las distancias. Los nuevos medios de comunicación de masas dieron noticias puntuales de estos progresos. Éste era el caldo de cultivo idóneo para que el escritor francés vaticinase avances tecnológicos del siglo XX. De este modo, junto con H. G. Wells, Verne se erigió en uno de los padres de la ciencia ficción.
Ahora bien, esta adoración por la ciencia del futuro no fue premeditada y se debía a su afán divulgador: "Yo simplemente he hecho ficción de aquello que posteriormente se convertiría en un hecho, y mi objetivo no era profetizar, sino difundir el conocimiento de la geografía entre la juventud", afirmó en una entrevista de 1902.
Los inventos que imaginó Verne se anticiparon a su tiempo. Unos se cumplieron: el submarino, los cohetes a la Luna, las capitales superpobladas, el teléfono, las guerras bacteriológicas y las videoconferencias. Otros no cuajaron: los periódicos hablados, los tubos neumáticos a través de los mares y los transformadores solares que uniforman las estaciones. Pero todos fueron impulsados por una imaginación prodigiosa y una fe ciega en el progreso: "Mi lema ha sido siempre el amor al bien y a la ciencia", decía. La obra de Julio Verne también contribuyó a arrojar una nueva mirada sobre el paisaje, cuya percepción experimentó cambios revolucionarios en el siglo XIX. Desde la Antigüedad, la visión tradicional del espacio había sido frontal; y de frente atisbaba el horizonte el correo del zar, 'Miguel Strogoff', durante su misión por los dilatados espacios que separaban Moscú de Irkutsk.
Sin embargo, el ferrocarril trajo consigo una percepción lateral del espacio, pues los viajeros miraban el paisaje desde una ventanilla, lo que anticipaba dos nuevos lenguajes: el cine y el cómic. Gracias a la velocidad del nuevo medio de transporte, Phileas Fogg y su inseparable mayordomo Passepartout cubrieron en tren la mayor parte de 'La vuelta al mundo en ochenta días' (1872). Ahora bien, los ojos de los hombres de la Belle Époque también se alzaron hacia el cielo. 'En Cinco semanas en globo', los exploradores observan la tierra a vista de pájaro. En 'De la Tierra a la Luna' (1865), y en su adaptación al cine por Méliès, los astronautas contemplan panorámicas similares a las del cohete Apolo VIII.
Esa misma mirada también se dirigió al mundo subterráneo en 'Viaje al centro de la Tierra', y a las profundidades insondables en 'Veinte mil leguas de viaje submarino', donde el capitán Nemo recorría el lecho marino a bordo del Nautilus, descubriendo un mundo nuevo con criaturas desconocidas y legendarias. Los lectores habían pasado a tener una percepción vertical del paisaje y las novelas de Julio Verne reflejan esa revolución visual de los tiempos modernos.
La vida sedentaria de Julio Verne no le impidió recorrer los planetas con el pensamiento en 'De la Tierra a la Luna' y otras obras. En 1894, Mary A. Belloc, una redactora de la revista The Strand Magazine, hizo una entrevista al escritor. Preguntado acerca de su proceso creativo, y en concreto por el origen de sus ideas científicas, Verne respondió: "El secreto está en que me ha apasionado siempre el estudio de la geografía. Creo que mi interés por los mapas y por los grandes exploradores del mundo me indujo a escribir mis novelas".
Tal vez por eso, en su casa de Amiens, llama la atención un globo terráqueo posado sobre su escritorio, cuya esfera está picada por las incisiones de compás que el escritor hacía para medir las distancias.
Julio Verne terminó sus días en Amiens a los 77 años de edad un 24 de marzo de 1905.
[Fuente: Pedro García para historia.nationalgeographic.com.es]
Isaac Newton: Padre de la física moderna (1685)
Autor de descubrimientos fundamentales en la ciencia occidental, entre ellos la Ley de gravitación universal (1685), Newton realizó también extraños experimentos alquímicos y oscuras especulaciones teológicas.
El 20 de marzo de 1727 del calendario juliano, 31 de marzo en el calendario gregoriano, entonces en vigor en Inglaterra, murió sir Isaac Newton, quien días más tarde fue enterrado en la abadía de Westminster en un funeral donde se dio cita prácticamente toda la intelectualidad de Gran Bretaña y buena parte de su aristocracia.
Se rendía homenaje a un hombre de ciencia, a un matemático, a un filósofo natural y al primer científico nombrado caballero por la reina en la historia de aquel país. A su muerte ocupaba la presidencia de la Royal Society, era miembro de la Comisión de Longitud y su influencia fluía por todos los canales de la cultura británica. A un asistente al funeral procedente de Francia y de sobrenombre Voltaire le sorprendió que la sociedad británica honrara la figura de un sabio.
Isaac Newton murió octogenario y con la fama de poseer una mente con una capacidad extraordinaria para dominar las ciencias más difíciles: las matemáticas y el cálculo, la mecánica de los cuerpos celestes y el comportamiento de la luz. De hecho, sus contemporáneos lo admiraron tanto que no pudieron contener sus exageraciones.
En el mausoleo de Newton situado en la abadía de Westminster se asegura que estaba dotado de «una fuerza mental casi divina», pero todavía más rotundo era el epitafio que propuso el poeta Alexander Pope: «La Naturaleza y sus leyes permanecían ocultas en la noche; Dios dijo: “Hágase Newton” y todo fue luz". Su influencia posterior aumentó su fama gigantesca hasta convertirlo en el modelo de científico por excelencia.
El hombre que murió siendo considerado el sabio universal nació en 1643 en el seno de una familia puritana inglesa. Su infancia no fue feliz: su padre murió antes de su nacimiento, y a los tres años su madre lo dejó con su abuela para casarse con un clérigo anglicano, aunque cuando el niño contaba once años, su madre enviudó de nuevo y volvió con él. No es extraño que el joven Isaac se criara como un niño tímido e introvertido.
A los doce años fue a una escuela local, donde al parecer prefería jugar con las niñas, para las que fabricaba ingenios a modo de juguetes, un anticipo de la destreza que mostraría más tarde para construir artilugios tan complejos como un telescopio de refracción. Al mismo tiempo, el niño tímido era capaz de pelearse con un chico mayor del colegio, «agarrarlo por las orejas y estamparle su cara contra un lado de la iglesia». Sin duda, fue en esos años cuando se forjó el carácter reservado, en cierta medida paranoico, hipersensible y vengativo que Newton mostraría toda su vida.
A los 19 años, Newton llegó a la Universidad de Cambridge e ingresó en el Trinity College, la principal residencia para estudiantes y profesores. A lo largo de sus años de estudiante en esa universidad adquirió una enorme competencia en el dominio de las matemáticas de su época, que le llevaría más tarde a realizar una contribución tan fundamental como el desarrollo del cálculo infinitesimal, en paralelo al filósofo alemán Gottfried Leibniz, con quien mantendría una sonada polémica.
Newton se formó bajo la tutela de Isaac Barrow, a quien, una vez completados sus estudios, sucedería en la cátedra de matemáticas, que ejerció desde 1669 hasta 1696. La cátedra lucasiana, como se la conoce en referencia a su fundador, Henry Lucas, siempre ha estado ocupada por científicos influyentes y poderosos, incluido, en tiempos recientes, el físico Stephen Hawking.
Newton se formó en los años en que triunfaba en toda Europa la revolución científica, ligada a autores como Kepler, Galileo, Descartes, Borelli, Hobbes, Gassendi, Hooke y Boyle, cuyas obras estudió con atención. Newton comenzó siendo un seguidor de Descartes, como lo era todo aquel que estuviera interesado en la renovación de la filosofía natural y mecánica lo era.
En particular, el poder de la matemática de Descartes fascinó a los científicos de esa misma generación; también a Newton. Pero, a diferencia de otros, Newton tuvo un pensamiento propio y no se dejó arrastrar ni siquiera por una filosofía tan atractiva como la de Descartes, y así, ya en la década de 1660, criticó en sus escritos la concepción cartesiana del movimiento y desarrolló una teoría alternativa sobre la naturaleza de la luz y los colores.
En 1672 Newton ingresó en la Royal Society, una institución fundada en Londres en 1660 que reunía a los principales científicos ingleses, y ese mismo año presentó ante sus miembros una memoria titulada 'Nueva teoría de la luz y los colores', en la que explicaba la relación entre la luz blanca solar y los colores del arcoíris. Estudiosos anteriores, como Descartes y Huygens, creían que la luz propiamente dicha era la luz blanca, la cual estaba formada por partículas que se difundían en ondas. Los colores, por su parte, se consideraban propiedades de las superficies del material sobre el que incidía la luz.
Sin embargo, Newton, a través de una serie de experimentos realizados con prismas, llegó a la conclusión de que los colores eran propiedades de la misma luz, y que la luz blanca no era sino la combinación de rayos de luz de diversos colores. La luz no era, pues, el resultado de la vibración de ningún éter material, sino una sustancia con propiedades.
Estas ideas no gustaron a Robert Hooke, un influyente miembro de la Royal Society que había dedicado todos sus esfuerzos a desarrollar la tesis de Descartes y Huygens. Su dura crítica a la memoria presentada por Newton fraguó entre ellos una enemistad que duraría décadas. Newton no perdonó a Hooke, se refugió en Cambridge, cortó sus relaciones con la Royal Society y sólo regresó formalmente a ella como presidente el año de la muerte del detestado Hooke, en 1703. Rencoroso e implacable, Newton se apresuró a borrar todas las huellas del trabajo de Hooke en la Royal Society, incluidos sus retratos. En 1704 publicó su 'Óptica', escrita en inglés y que recogía su interpretación corpuscular de la luz, un triunfo sobre los cartesianos ingleses de la época.
Newton aplicó con éxito las matemáticas a los problemas de la mecánica, en particular a todo lo referente al movimiento de los planetas del sistema solar. Desde Copérnico se sabía que todos los planetas, incluida la Tierra, giran en torno al Sol, y desde entonces se había acumulado una gran masa de observaciones sobre la mecánica celeste, pero seguía habiendo fenómenos sin explicar.
Uno de ellos era el movimiento curvilíneo de los planetas en torno al Sol, o el problema más general de los movimientos circulares. Por una parte, los trabajos de Kepler –que nadie ponía en duda– probaban que los planetas giraban en torno al Sol describiendo no órbitas circulares, sino elipses, y ello con una velocidad areolar constante, esto es, barriendo siempre la misma superficie en una misma unidad de tiempo. Pero ¿cómo eran solicitados (atraídos) por el Sol para poder realizar esa trayectoria?
Descartes había formulado la hipótesis de que todo el espacio del universo estaba lleno de una infinidad de corpúsculos y que el Sol generaba torbellinos de materia que arrastraban a los planetas y les llevaban a describir esas órbitas elípticas. Pero parecía difícil demostrar esa imagen intuitiva mediante un cálculo matemático. En sus días en Cambridge, Newton dio con una solución al problema: imaginó que una fuerza unía el Sol con cada uno de los planetas y que esa fuerza tiraba de ellos de forma que los obligaba a girar describiendo órbitas.
Dicho así era solo una imagen, pero, a diferencia de la propuesta cartesiana, Newton aportaba una demostración cuantitativa de la fuerza en acción. En efecto, la célebre ley de la gravedad de Newton establecía que la fuerza de atracción entre dos cuerpos es proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. De este modo, mediante cálculos geométricos, Newton pudo demostrar que el resultado de esa acción era una trayectoria elíptica.
Cuando Newton hizo pública su teoría, toda la sociedad ilustrada británica se sintió interesada por su trabajo. El astrónomo y viajero Edmund Halley se había trasladado a Cambridge en verano de 1684 para conocer los cálculos de Newton, y a partir de entonces surgió entre los dos cierta amistad. En 1686, Halley convenció a Newton de que debía publicar su compendio de mecánica, pese a que éste, temiendo las críticas, incluso llegó a pensar en destruirlo.
Finalmente, en 1687 se publicó el tratado de nombre 'Principios matemáticos de la filosofía natural' , conocido habitualmente por la primera palabra latina de su título, 'Principia' . El idioma en que estaba escrito, el latín, indicaba el público al que se dirigía: expertos en matemáticas y en mecánica, astrónomos, filósofos y universitarios.
Si la óptica le había dado amarguras a Newton, la mecánica le resarciría con creces. Su interpretación gravitatoria permitía explicar todos los fenómenos físicos del universo en virtud de una fuerza que concibió como universal: las manzanas caen por la misma causa que se mueven los planetas o regresan los cometas. Algunos objetaron que la teoría de la gravitación suponía una acción a distancia entre los cuerpos, algo que repugnaba a la razón.
El propio Newton reconocía que una acción a distancia de ese tipo «es un absurdo tan grande que no creo que pueda caer jamás en él ningún hombre que tenga facultad y pensamientos de alguna competencia en asuntos filosóficos», y decía estar convencido de que la gravedad debía ser causada por un agente, aunque no sabía cuál, ni si era material o inmaterial. En realidad, los escrúpulos filosóficos carecían de importancia frente al éxito que tuvo el sistema de Newton para calcular y predecir el curso de cualquier tipo de cuerpo celeste, desde la Tierra y la Luna hasta los cometas.
Por ejemplo, Halley, apoyándose en los cálculos de Newton y las observaciones previas, predijo que el cometa avistado en 1682 –hoy llamado cometa Halley– regresaría en torno al año 1758, como así ocurrió. Tras la publicación de los 'Principia' , Newton disfrutó de las mieles del éxito. En 1689 fue elegido diputado en el Parlamento de Inglaterra (aunque parece que no se mostró muy activo en su labor política: se cuenta que su única intervención fue para pedir a un ujier que cerrara una ventana que dejaba pasar una corriente de aire).
En 1696 abandonó Cambridge y se trasladó a Londres para asumir la dirección de la Casa de la Moneda, la institución encargada de acuñar la moneda del reino. En 1703 fue elegido presidente de la Royal Society y su influencia se acrecentó hasta llegar a la categoría de personaje público. Mantuvo el control sobre lo que ocurría en Cambridge, e incluso en Oxford, y su mecánica comenzó a estudiarse en esas universidades. Sus teorías se difundieron por toda Europa a través de libros de divulgación como los de su discípulo Desaguliers o el holandés Gravesande. Y tras su muerte su fama no hizo sino acrecentarse en toda la Europa ilustrada.
Dada la inmensa reputación de que gozó Newton como padre de la ciencia moderna, se comprende la sorpresa que causó el descubrimiento, en la década de 1930, de una enorme cantidad de manuscritos suyos dedicados a asuntos en apariencia tan poco científicos como la alquimia, la cábala, la teología natural y la interpretación de textos bíblicos. El mismo hombre que desarrolló el cálculo infinitesimal y estudiaba las leyes de la mecánica se dedicó en cuerpo y alma a realizar experimentos alquímicos con sustancias misteriosas a las que dio nombres tan pintorescos como «el león verde», o bien con nombres de planetas, como Júpiter y Saturno.
El economista John Maynard Keynes, que adquirió buena parte de estos manuscritos en 1936, escribió al respecto: «Newton no fue el iniciador de la edad de la razón. Fue el último de los magos, el último babilonio y sumerio, la última gran mente que miró al mundo de lo visible y del intelecto con idénticos ojos que aquellos que iniciaron la edificación de nuestra herencia intelectual hace 10.000 años [...] ¿Por qué le llamo mago? Porque miró al universo y todo lo que hay en él como si fuera un enigma, un secreto que puede ser leído aplicando el pensamiento puro a ciertas evidencias, ciertas claves místicas sobre el mundo que Dios ha dejado a la vista para la caza del tesoro de cierto tipo de filósofos de la hermandad esotérica. Él creía que esas claves podían hallarse, en parte, en las evidencias de los cielos y en la constitución de los elementos (eso favoreció que se tuviera la falsa impresión de que era un filósofo natural experimental)».
El 20 de marzo de 1727 del calendario juliano, 31 de marzo en el calendario gregoriano, entonces en vigor en Inglaterra, murió sir Isaac Newton, quien días más tarde fue enterrado en la abadía de Westminster en un funeral donde se dio cita prácticamente toda la intelectualidad de Gran Bretaña y buena parte de su aristocracia.
Se rendía homenaje a un hombre de ciencia, a un matemático, a un filósofo natural y al primer científico nombrado caballero por la reina en la historia de aquel país. A su muerte ocupaba la presidencia de la Royal Society, era miembro de la Comisión de Longitud y su influencia fluía por todos los canales de la cultura británica. A un asistente al funeral procedente de Francia y de sobrenombre Voltaire le sorprendió que la sociedad británica honrara la figura de un sabio.
Isaac Newton murió octogenario y con la fama de poseer una mente con una capacidad extraordinaria para dominar las ciencias más difíciles: las matemáticas y el cálculo, la mecánica de los cuerpos celestes y el comportamiento de la luz. De hecho, sus contemporáneos lo admiraron tanto que no pudieron contener sus exageraciones.
En el mausoleo de Newton situado en la abadía de Westminster se asegura que estaba dotado de «una fuerza mental casi divina», pero todavía más rotundo era el epitafio que propuso el poeta Alexander Pope: «La Naturaleza y sus leyes permanecían ocultas en la noche; Dios dijo: “Hágase Newton” y todo fue luz". Su influencia posterior aumentó su fama gigantesca hasta convertirlo en el modelo de científico por excelencia.
El hombre que murió siendo considerado el sabio universal nació en 1643 en el seno de una familia puritana inglesa. Su infancia no fue feliz: su padre murió antes de su nacimiento, y a los tres años su madre lo dejó con su abuela para casarse con un clérigo anglicano, aunque cuando el niño contaba once años, su madre enviudó de nuevo y volvió con él. No es extraño que el joven Isaac se criara como un niño tímido e introvertido.
A los doce años fue a una escuela local, donde al parecer prefería jugar con las niñas, para las que fabricaba ingenios a modo de juguetes, un anticipo de la destreza que mostraría más tarde para construir artilugios tan complejos como un telescopio de refracción. Al mismo tiempo, el niño tímido era capaz de pelearse con un chico mayor del colegio, «agarrarlo por las orejas y estamparle su cara contra un lado de la iglesia». Sin duda, fue en esos años cuando se forjó el carácter reservado, en cierta medida paranoico, hipersensible y vengativo que Newton mostraría toda su vida.
A los 19 años, Newton llegó a la Universidad de Cambridge e ingresó en el Trinity College, la principal residencia para estudiantes y profesores. A lo largo de sus años de estudiante en esa universidad adquirió una enorme competencia en el dominio de las matemáticas de su época, que le llevaría más tarde a realizar una contribución tan fundamental como el desarrollo del cálculo infinitesimal, en paralelo al filósofo alemán Gottfried Leibniz, con quien mantendría una sonada polémica.
Newton se formó bajo la tutela de Isaac Barrow, a quien, una vez completados sus estudios, sucedería en la cátedra de matemáticas, que ejerció desde 1669 hasta 1696. La cátedra lucasiana, como se la conoce en referencia a su fundador, Henry Lucas, siempre ha estado ocupada por científicos influyentes y poderosos, incluido, en tiempos recientes, el físico Stephen Hawking.
Newton se formó en los años en que triunfaba en toda Europa la revolución científica, ligada a autores como Kepler, Galileo, Descartes, Borelli, Hobbes, Gassendi, Hooke y Boyle, cuyas obras estudió con atención. Newton comenzó siendo un seguidor de Descartes, como lo era todo aquel que estuviera interesado en la renovación de la filosofía natural y mecánica lo era.
En particular, el poder de la matemática de Descartes fascinó a los científicos de esa misma generación; también a Newton. Pero, a diferencia de otros, Newton tuvo un pensamiento propio y no se dejó arrastrar ni siquiera por una filosofía tan atractiva como la de Descartes, y así, ya en la década de 1660, criticó en sus escritos la concepción cartesiana del movimiento y desarrolló una teoría alternativa sobre la naturaleza de la luz y los colores.
En 1672 Newton ingresó en la Royal Society, una institución fundada en Londres en 1660 que reunía a los principales científicos ingleses, y ese mismo año presentó ante sus miembros una memoria titulada 'Nueva teoría de la luz y los colores', en la que explicaba la relación entre la luz blanca solar y los colores del arcoíris. Estudiosos anteriores, como Descartes y Huygens, creían que la luz propiamente dicha era la luz blanca, la cual estaba formada por partículas que se difundían en ondas. Los colores, por su parte, se consideraban propiedades de las superficies del material sobre el que incidía la luz.
Sin embargo, Newton, a través de una serie de experimentos realizados con prismas, llegó a la conclusión de que los colores eran propiedades de la misma luz, y que la luz blanca no era sino la combinación de rayos de luz de diversos colores. La luz no era, pues, el resultado de la vibración de ningún éter material, sino una sustancia con propiedades.
Estas ideas no gustaron a Robert Hooke, un influyente miembro de la Royal Society que había dedicado todos sus esfuerzos a desarrollar la tesis de Descartes y Huygens. Su dura crítica a la memoria presentada por Newton fraguó entre ellos una enemistad que duraría décadas. Newton no perdonó a Hooke, se refugió en Cambridge, cortó sus relaciones con la Royal Society y sólo regresó formalmente a ella como presidente el año de la muerte del detestado Hooke, en 1703. Rencoroso e implacable, Newton se apresuró a borrar todas las huellas del trabajo de Hooke en la Royal Society, incluidos sus retratos. En 1704 publicó su 'Óptica', escrita en inglés y que recogía su interpretación corpuscular de la luz, un triunfo sobre los cartesianos ingleses de la época.
Newton aplicó con éxito las matemáticas a los problemas de la mecánica, en particular a todo lo referente al movimiento de los planetas del sistema solar. Desde Copérnico se sabía que todos los planetas, incluida la Tierra, giran en torno al Sol, y desde entonces se había acumulado una gran masa de observaciones sobre la mecánica celeste, pero seguía habiendo fenómenos sin explicar.
Uno de ellos era el movimiento curvilíneo de los planetas en torno al Sol, o el problema más general de los movimientos circulares. Por una parte, los trabajos de Kepler –que nadie ponía en duda– probaban que los planetas giraban en torno al Sol describiendo no órbitas circulares, sino elipses, y ello con una velocidad areolar constante, esto es, barriendo siempre la misma superficie en una misma unidad de tiempo. Pero ¿cómo eran solicitados (atraídos) por el Sol para poder realizar esa trayectoria?
Descartes había formulado la hipótesis de que todo el espacio del universo estaba lleno de una infinidad de corpúsculos y que el Sol generaba torbellinos de materia que arrastraban a los planetas y les llevaban a describir esas órbitas elípticas. Pero parecía difícil demostrar esa imagen intuitiva mediante un cálculo matemático. En sus días en Cambridge, Newton dio con una solución al problema: imaginó que una fuerza unía el Sol con cada uno de los planetas y que esa fuerza tiraba de ellos de forma que los obligaba a girar describiendo órbitas.
Dicho así era solo una imagen, pero, a diferencia de la propuesta cartesiana, Newton aportaba una demostración cuantitativa de la fuerza en acción. En efecto, la célebre ley de la gravedad de Newton establecía que la fuerza de atracción entre dos cuerpos es proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. De este modo, mediante cálculos geométricos, Newton pudo demostrar que el resultado de esa acción era una trayectoria elíptica.
Cuando Newton hizo pública su teoría, toda la sociedad ilustrada británica se sintió interesada por su trabajo. El astrónomo y viajero Edmund Halley se había trasladado a Cambridge en verano de 1684 para conocer los cálculos de Newton, y a partir de entonces surgió entre los dos cierta amistad. En 1686, Halley convenció a Newton de que debía publicar su compendio de mecánica, pese a que éste, temiendo las críticas, incluso llegó a pensar en destruirlo.
Finalmente, en 1687 se publicó el tratado de nombre 'Principios matemáticos de la filosofía natural' , conocido habitualmente por la primera palabra latina de su título, 'Principia' . El idioma en que estaba escrito, el latín, indicaba el público al que se dirigía: expertos en matemáticas y en mecánica, astrónomos, filósofos y universitarios.
Si la óptica le había dado amarguras a Newton, la mecánica le resarciría con creces. Su interpretación gravitatoria permitía explicar todos los fenómenos físicos del universo en virtud de una fuerza que concibió como universal: las manzanas caen por la misma causa que se mueven los planetas o regresan los cometas. Algunos objetaron que la teoría de la gravitación suponía una acción a distancia entre los cuerpos, algo que repugnaba a la razón.
El propio Newton reconocía que una acción a distancia de ese tipo «es un absurdo tan grande que no creo que pueda caer jamás en él ningún hombre que tenga facultad y pensamientos de alguna competencia en asuntos filosóficos», y decía estar convencido de que la gravedad debía ser causada por un agente, aunque no sabía cuál, ni si era material o inmaterial. En realidad, los escrúpulos filosóficos carecían de importancia frente al éxito que tuvo el sistema de Newton para calcular y predecir el curso de cualquier tipo de cuerpo celeste, desde la Tierra y la Luna hasta los cometas.
Por ejemplo, Halley, apoyándose en los cálculos de Newton y las observaciones previas, predijo que el cometa avistado en 1682 –hoy llamado cometa Halley– regresaría en torno al año 1758, como así ocurrió. Tras la publicación de los 'Principia' , Newton disfrutó de las mieles del éxito. En 1689 fue elegido diputado en el Parlamento de Inglaterra (aunque parece que no se mostró muy activo en su labor política: se cuenta que su única intervención fue para pedir a un ujier que cerrara una ventana que dejaba pasar una corriente de aire).
En 1696 abandonó Cambridge y se trasladó a Londres para asumir la dirección de la Casa de la Moneda, la institución encargada de acuñar la moneda del reino. En 1703 fue elegido presidente de la Royal Society y su influencia se acrecentó hasta llegar a la categoría de personaje público. Mantuvo el control sobre lo que ocurría en Cambridge, e incluso en Oxford, y su mecánica comenzó a estudiarse en esas universidades. Sus teorías se difundieron por toda Europa a través de libros de divulgación como los de su discípulo Desaguliers o el holandés Gravesande. Y tras su muerte su fama no hizo sino acrecentarse en toda la Europa ilustrada.
Dada la inmensa reputación de que gozó Newton como padre de la ciencia moderna, se comprende la sorpresa que causó el descubrimiento, en la década de 1930, de una enorme cantidad de manuscritos suyos dedicados a asuntos en apariencia tan poco científicos como la alquimia, la cábala, la teología natural y la interpretación de textos bíblicos. El mismo hombre que desarrolló el cálculo infinitesimal y estudiaba las leyes de la mecánica se dedicó en cuerpo y alma a realizar experimentos alquímicos con sustancias misteriosas a las que dio nombres tan pintorescos como «el león verde», o bien con nombres de planetas, como Júpiter y Saturno.
El economista John Maynard Keynes, que adquirió buena parte de estos manuscritos en 1936, escribió al respecto: «Newton no fue el iniciador de la edad de la razón. Fue el último de los magos, el último babilonio y sumerio, la última gran mente que miró al mundo de lo visible y del intelecto con idénticos ojos que aquellos que iniciaron la edificación de nuestra herencia intelectual hace 10.000 años [...] ¿Por qué le llamo mago? Porque miró al universo y todo lo que hay en él como si fuera un enigma, un secreto que puede ser leído aplicando el pensamiento puro a ciertas evidencias, ciertas claves místicas sobre el mundo que Dios ha dejado a la vista para la caza del tesoro de cierto tipo de filósofos de la hermandad esotérica. Él creía que esas claves podían hallarse, en parte, en las evidencias de los cielos y en la constitución de los elementos (eso favoreció que se tuviera la falsa impresión de que era un filósofo natural experimental)».
Sin embargo, cabe señalar que el interés por la alquimia era muy corriente entre los científicos del siglo XVII que deseaban investigar la naturaleza de la materia. Por ejemplo, Robert Boyle, gran precursor de la química moderna y colega de Newton en la Royal Society, fue también un alquimista impenitente.
No menos sorprendente resulta la cantidad de tiempo y energías que Newton dedicó a sus estudios sobre religión y teología. El genial matemático escribió miles de páginas en las que estudiaba las profecías bíblicas, la cronología de los reinos judíos o la estructura del templo de Salomón. Una vez se atrevió incluso a calcular la fecha de la segunda venida de Cristo, que situó en el año 2060. Asimismo, estudió a fondo la Biblia para demostrar que en el texto original no había referencias a la Trinidad, un dogma cristiano que consideraba falso, pues en determinado momento llegó a la convicción de que sólo Dios padre tenía naturaleza divina, y no Jesucristo ni el Espíritu Santo.
En realidad, el interés de Newton por la teología no puede separarse enteramente de su sistema científico, en el que se presuponía la existencia de un Dios que fijaba las leyes inamovibles del mundo físico. Por eso no debe sorprender su respuesta a la paradoja de las estrellas fijas. Cuando se le preguntó por qué todos los cuerpos materiales se atraen, pero las estrellas parecen estar fijas en el cielo a pesar de ser cuerpos materiales, su respuesta fue teológica: Dios las mantiene en su sitio como un gigantesco atlante.
[Fuente: Javier Ordóñez para historia.nationalgeographic.com.es]
No menos sorprendente resulta la cantidad de tiempo y energías que Newton dedicó a sus estudios sobre religión y teología. El genial matemático escribió miles de páginas en las que estudiaba las profecías bíblicas, la cronología de los reinos judíos o la estructura del templo de Salomón. Una vez se atrevió incluso a calcular la fecha de la segunda venida de Cristo, que situó en el año 2060. Asimismo, estudió a fondo la Biblia para demostrar que en el texto original no había referencias a la Trinidad, un dogma cristiano que consideraba falso, pues en determinado momento llegó a la convicción de que sólo Dios padre tenía naturaleza divina, y no Jesucristo ni el Espíritu Santo.
En realidad, el interés de Newton por la teología no puede separarse enteramente de su sistema científico, en el que se presuponía la existencia de un Dios que fijaba las leyes inamovibles del mundo físico. Por eso no debe sorprender su respuesta a la paradoja de las estrellas fijas. Cuando se le preguntó por qué todos los cuerpos materiales se atraen, pero las estrellas parecen estar fijas en el cielo a pesar de ser cuerpos materiales, su respuesta fue teológica: Dios las mantiene en su sitio como un gigantesco atlante.
[Fuente: Javier Ordóñez para historia.nationalgeographic.com.es]
El primer chicle comercializado fue desarrollado por John B. Curtis (1848)
Masticar chicle en muchas formas ha existido desde el Neolítico. En el yacimiento arqueológico Monte Verde en Chile (el cual tiene una datación de carbono 14 de más de 14 000 años) se encontraron intentos de chicle, la goma de mascar era obtenida de una mezcla de boldo y distintas especies de algas. En Kierikki, en Finlandia, se ha encontrado goma de mascar de 6000 años de antigüedad hecha de brea de corteza de abedul, con huellas de dientes. Se cree que la brea con el que se hizo la goma tiene propiedades antisépticas y otros beneficios medicinales. Es químicamente similar a la brea de petróleo y, por lo tanto, es diferente de la mayoría de las gomas tempranas. Los aztecas, así como los antiguos mayas antes que ellos, usaron el chicle, una goma de árbol natural, como base para hacer una sustancia similar a la goma y para unir objetos en el uso diario. Los chicles también se masticaban en la Antigua Grecia. Los antiguos griegos masticaban una goma de masilla hecha de la resina del árbol de lentisco. La goma de masilla, como la brea de corteza de abedul, tiene propiedades antisépticas y se cree que se ha usado para mantener la salud oral. Tanto el chicle como la masilla son resinas de árboles. Muchas otras culturas han masticado sustancias similares al chicle hechas de plantas, hierbas y resinas.
Aunque el chicle se remonta a las civilizaciones de todo el mundo, la modernización y comercialización de este producto se llevó a cabo principalmente en los Estados Unidos. Los indios americanos masticaban resina hecha de la savia de abetos. Los colonos de Nueva Inglaterra retomaron esta práctica y en 1848 John B. Curtis desarrolló y vendió el primer chicle comercial llamado «The State of Maine Pure Spruce Gum». De esta manera, el occidente industrializado, que había olvidado las gomas de los árboles, redescubrió el chicle a través de los primeros americanos. Alrededor de 1850 se desarrolló una goma hecha de cera de parafina, un producto derivado del petróleo, y pronto superó a la goma de abeto en popularidad. Para endulzar estos chicles tempranos, el usuario menudo utilizaba un plato de azúcar en polvo en el que sumergía repetidamente la goma para mantener la dulzura. William Semple presentó una patente anticipada sobre goma de mascar —número de patente 98 304— el 28 de diciembre de 1869.
El primer chicle con sabor fue creado en la década de 1860 por John Colgan, un farmacéutico de Louisville, Kentucky. Colgan mezcló azúcar en polvo con tolu, un aromatizante en polvo obtenido del extracto del árbol de bálsamo (Myroxylon), creando pequeños palitos de chicle con sabor que llamó «Taffy Tolu». Colgan también es líder en la fabricación y el envasado de goma de chicle a base de goma de Manilkara, un árbol de hoja perenne tropical. Colgan patentó una máquina para cortar automáticamente palitos de chicles más grandes —patente US 966 160, el 2 de agosto de 1910— llamada «Chewing Gum Chip Forming Machine» y otra para cortar automáticamente las envolturas de barras de chicle —patente US 913 352, el 23 de febrero de 1909— llamada «Web-cutting attachment for wrapping-machines» e inventada por James Henry Brady, un empleado de Colgan Gum Company.
El chicle moderno se desarrolló por primera vez en la década de 1860, cuando el expresidente Antonio López de Santa Anna trajo un cargamento de una tonelada de chicle (Manilkara zapota) de México a Nueva York, donde se lo dio a Thomas Adams para usarlo como sustituto del caucho. El chicle no tuvo éxito como reemplazo del caucho, sino como goma de mascar, se cortó en tiras, se le agregó sabor y se comercializó como «Adams New York Chewing Gum» en 1871. El chicle 'Black Jack' (1884), aromatizado con regaliz, 'Chiclets' (1899) y 'Wrigley's Spearmint Gum' fueron las primeras marcas populares que rápidamente dominaron el mercado y todavía existen en la actualidad. Masticar chicle ganó popularidad en todo el mundo a través de los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, a quienes se les suministraba chicle como una ración y lo vendían a los lugareños. Las gomas de mascar sintéticas se introdujeron por primera vez en los EE. UU. cuando el chicle tradicional ya no cumplía los estándares de calidad mínimos. En la década de 1960, los fabricantes estadounidenses cambiaron a caucho sintético a base de butadieno, ya que era más barato de fabricar.
Respecto de John Bacon Curtis, nació en Hampden (Maine) en 1827. Curtis pensó que sería conveniente convertir la goma de abeto en goma de mascar y su familia se mudó a Bangor en 1848, ya que el mercado era más adecuado para tal producto. Sobre una estufa Franklin en su casa, hornearon el primer lote de chicles. La etiqueta impresa en el nuevo producto decía "State of Maine Pure Spruce Gum".
Curtis produjo suficiente goma de mascar y luego fue a un mercado de Portland. Esta es la primera comercialización de chicles[2],[3],[4]. Durante los dos primeros días, Curtis no pudo vender su producto a los comerciantes. Al tercer día, finalmente hizo una venta, aunque fue difícil debido a la naturaleza del producto. Debido a que el mercado de Portland no era lo suficientemente grande para este producto en 1848 y 1849, Curtis decidió convertirse en un vendedor ambulante, viajando de ciudad en ciudad, en 1850. Curtis murió en 1897.
[Fuente: Wikipedia]
Aunque el chicle se remonta a las civilizaciones de todo el mundo, la modernización y comercialización de este producto se llevó a cabo principalmente en los Estados Unidos. Los indios americanos masticaban resina hecha de la savia de abetos. Los colonos de Nueva Inglaterra retomaron esta práctica y en 1848 John B. Curtis desarrolló y vendió el primer chicle comercial llamado «The State of Maine Pure Spruce Gum». De esta manera, el occidente industrializado, que había olvidado las gomas de los árboles, redescubrió el chicle a través de los primeros americanos. Alrededor de 1850 se desarrolló una goma hecha de cera de parafina, un producto derivado del petróleo, y pronto superó a la goma de abeto en popularidad. Para endulzar estos chicles tempranos, el usuario menudo utilizaba un plato de azúcar en polvo en el que sumergía repetidamente la goma para mantener la dulzura. William Semple presentó una patente anticipada sobre goma de mascar —número de patente 98 304— el 28 de diciembre de 1869.
El primer chicle con sabor fue creado en la década de 1860 por John Colgan, un farmacéutico de Louisville, Kentucky. Colgan mezcló azúcar en polvo con tolu, un aromatizante en polvo obtenido del extracto del árbol de bálsamo (Myroxylon), creando pequeños palitos de chicle con sabor que llamó «Taffy Tolu». Colgan también es líder en la fabricación y el envasado de goma de chicle a base de goma de Manilkara, un árbol de hoja perenne tropical. Colgan patentó una máquina para cortar automáticamente palitos de chicles más grandes —patente US 966 160, el 2 de agosto de 1910— llamada «Chewing Gum Chip Forming Machine» y otra para cortar automáticamente las envolturas de barras de chicle —patente US 913 352, el 23 de febrero de 1909— llamada «Web-cutting attachment for wrapping-machines» e inventada por James Henry Brady, un empleado de Colgan Gum Company.
El chicle moderno se desarrolló por primera vez en la década de 1860, cuando el expresidente Antonio López de Santa Anna trajo un cargamento de una tonelada de chicle (Manilkara zapota) de México a Nueva York, donde se lo dio a Thomas Adams para usarlo como sustituto del caucho. El chicle no tuvo éxito como reemplazo del caucho, sino como goma de mascar, se cortó en tiras, se le agregó sabor y se comercializó como «Adams New York Chewing Gum» en 1871. El chicle 'Black Jack' (1884), aromatizado con regaliz, 'Chiclets' (1899) y 'Wrigley's Spearmint Gum' fueron las primeras marcas populares que rápidamente dominaron el mercado y todavía existen en la actualidad. Masticar chicle ganó popularidad en todo el mundo a través de los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, a quienes se les suministraba chicle como una ración y lo vendían a los lugareños. Las gomas de mascar sintéticas se introdujeron por primera vez en los EE. UU. cuando el chicle tradicional ya no cumplía los estándares de calidad mínimos. En la década de 1960, los fabricantes estadounidenses cambiaron a caucho sintético a base de butadieno, ya que era más barato de fabricar.
Respecto de John Bacon Curtis, nació en Hampden (Maine) en 1827. Curtis pensó que sería conveniente convertir la goma de abeto en goma de mascar y su familia se mudó a Bangor en 1848, ya que el mercado era más adecuado para tal producto. Sobre una estufa Franklin en su casa, hornearon el primer lote de chicles. La etiqueta impresa en el nuevo producto decía "State of Maine Pure Spruce Gum".
Curtis produjo suficiente goma de mascar y luego fue a un mercado de Portland. Esta es la primera comercialización de chicles[2],[3],[4]. Durante los dos primeros días, Curtis no pudo vender su producto a los comerciantes. Al tercer día, finalmente hizo una venta, aunque fue difícil debido a la naturaleza del producto. Debido a que el mercado de Portland no era lo suficientemente grande para este producto en 1848 y 1849, Curtis decidió convertirse en un vendedor ambulante, viajando de ciudad en ciudad, en 1850. Curtis murió en 1897.
[Fuente: Wikipedia]
La pascalina, primera calculadora mecánica (1642)
La pascalina fue la primera calculadora, que funcionaba a base de ruedas y engranajes, inventada en 1642 por el filósofo y matemático francés Blaise Pascal (1623-1662). El primer nombre que le dio a su invención fue «máquina de aritmética». Luego la llamó «rueda pascalina», y finalmente «pascalina». Este invento es el antepasado remoto del actual ordenador.
Pascal había sido un niño precoz, y fue educado por su padre. Sus primeros trabajos fueron sobre las ciencias naturales y aplicadas. Contribuyó de manera importante al estudio de los fluidos.
En 1642, a los 19 años, Pascal concibió la idea de la pascalina con el fin de facilitar la tarea de su padre, que acababa de ser nombrado superintendente de la Alta Normandía por el cardenal Richelieu, y que debía restaurar el orden de los ingresos fiscales de esta provincia.
La pascalina abultaba algo menos que una caja de zapatos y era baja y alargada. En su interior, se disponían unas ruedas dentadas conectadas entre sí, formando una cadena de transmisión, de modo que, cuando una rueda giraba completamente sobre su eje, hacía avanzar un diente a la siguiente posición (un diente o un número, pues cada diente del engranaje corresponde a un número del 0 al 9).
Las ruedas representaban el «sistema decimal de numeración». Cada rueda constaba de diez pasos, para lo cual estaba convenientemente marcada con números del 9 al 0. El número total de ruedas era ocho (seis ruedas para representar los números enteros y dos ruedas más, en el extremo derecho, para los decimales). Con esta disposición «se podían obtener números entre 0'01 y 999.999'99».
Mediante una manivela se hacía girar las ruedas dentadas. Para sumar o restar no había más que accionar la manivela en el sentido apropiado, con lo que las ruedas corrían los pasos necesarios. Cuando una rueda estaba en el 9 y se sumaba 1, ésta avanzaba hasta la posición marcada por un cero. En este punto, un gancho hacía avanzar un paso a la rueda siguiente. De esta manera se realizaba la operación de adición.
[Fuente: Wikipedia]
Pascal había sido un niño precoz, y fue educado por su padre. Sus primeros trabajos fueron sobre las ciencias naturales y aplicadas. Contribuyó de manera importante al estudio de los fluidos.
En 1642, a los 19 años, Pascal concibió la idea de la pascalina con el fin de facilitar la tarea de su padre, que acababa de ser nombrado superintendente de la Alta Normandía por el cardenal Richelieu, y que debía restaurar el orden de los ingresos fiscales de esta provincia.
La pascalina abultaba algo menos que una caja de zapatos y era baja y alargada. En su interior, se disponían unas ruedas dentadas conectadas entre sí, formando una cadena de transmisión, de modo que, cuando una rueda giraba completamente sobre su eje, hacía avanzar un diente a la siguiente posición (un diente o un número, pues cada diente del engranaje corresponde a un número del 0 al 9).
Las ruedas representaban el «sistema decimal de numeración». Cada rueda constaba de diez pasos, para lo cual estaba convenientemente marcada con números del 9 al 0. El número total de ruedas era ocho (seis ruedas para representar los números enteros y dos ruedas más, en el extremo derecho, para los decimales). Con esta disposición «se podían obtener números entre 0'01 y 999.999'99».
Mediante una manivela se hacía girar las ruedas dentadas. Para sumar o restar no había más que accionar la manivela en el sentido apropiado, con lo que las ruedas corrían los pasos necesarios. Cuando una rueda estaba en el 9 y se sumaba 1, ésta avanzaba hasta la posición marcada por un cero. En este punto, un gancho hacía avanzar un paso a la rueda siguiente. De esta manera se realizaba la operación de adición.
[Fuente: Wikipedia]
'The piper at gates of dawn' fue el debut discográfico de Pink Floyd (1967)
El 4 de agosto de 1967, Pink Floyd publicaban su fantástica ópera prima 'The piper at the gates of dawn'. Julián Ruiz desmenuza aquel debut único, deslumbrante y prodigioso.
Para mí y lo saben muchos seguidores de Plásticos y Decibelios, es mi álbum favorito de Pink Floyd. Publicado el 4 de agosto de 1967 todavía parece increíble como pudieron llegar tan lejos en aquellos años. Me parece algo sublime, majestuoso, como si descubriera las estrellas, el espacio con la música de Syd Barrett. La obra de un genio que nunca obedecía a Norman Smith. Más transgresor que Jimi Hendrix, más nihilista que el mismísimo Pete Townshend. Un absoluto genio. David Bowie siempre fue un forofo especial de Barrett.
'The piper at the gates of dawn”, a pesar de su peso vanguardista, a pesar de su supuesta falta de comercialidad, fue un éxito increíble. El álbum de la gran psicodélica. Desgraciadamente, Barrett, cada día, era un zombie al que se le iba a cabeza. Se iniciaba su gran parálisis mental. Había conciertos que lanzaba la guitarra como si fuera una granada y,en otras actuaciones, simplemente, se quedaba quieto y Pink Floyd, sin remedio, tenían que suspender la actuación.
Syd Barrett pensaba que probablemente fichar por la EMI , con un gran “status”, como los Beatles, y grabar con el mismísimo ingeniero de los Beatles. Pero no fue algo que le sentara bien al galáctico Syd. Empezó a decir que era un revolucionario y que no era famoso. Y lo que es peor : que él vivía en un “flat” alquilado y John Lennon en una mansión. Y que eso era algo absolutamente injusto.
Norman Smith, el productor e ingeniero de los Beatles, jamás le gustó nunca Syd, porque le desconcertaba en cada una de las sesiones que él dirigía con su nuevo gran grupo Pink Floyd. El cerebro de Barrett iba a la velocidad de la luz y el de Norman sólo a la velocidad de un buen artesano. Norman incluso ha contado que el único que se mostró indiferente y contestatario con los Beatles fue el propio Barrett cuando Norman les llevó al estudio 2 para que conocieran a las «majestades» de la música británica.
Fue en la primavera de 1967, mientras los Beatles esa noche grababan 'Lovely Rita', del 'Sgt. Peppers'. Roger, Nick y Rick se mostraron casi babosos con los Beatles, pero Syd llegó a decir que aquella música era una mierda, comentario que al parecer no llegó a oídos de Paul, que era el autor de la canción. Aquella noche , ellos grababan 'El Espantapájaros' de 'The piper at the gates of dawn'.
David Bowie era un forofo de Syd Barret. Incluso en su disco de versiones de 'Pin-ups' incluyó la increíble 'See Emily Play', que había sido elegida como la mejor canción psicodélica de toda la historia. Para Bowie lo que más le dejaba perplejo de Syd Barret era su fraseo, su dicción, la manera de cantar. No era lo típico de un “palurdo inglés”, sino que tenía algo más que la técnica del cantante americano.
Floyd habían grabado 'See Emily Play' en los Sound Techniques Studios de Chelsea, con el ingeniero de los Beatles, Norman Smith, como productor. Syd Barrett se inspiró para escribir el tema en la primera fan de Pink Floyd, Emily Young, que ahora es una escultora de renombre. El guitarrista David Gilmour, que tocaba en Francia con su propia banda en ese período, visitó a Floyd en el estudio durante un viaje a Londres.
Para Bowie la voz de Syd era algo de otro mundo. El amor de Bowie por Barret llegó hasta el punto de que la última vez que cantó en directo fue para rendir un pequeño tributo a Syd que Dave Gilmour, su sustituto en los Floyd, había preparado en el Royal Albert Hall, en mayo del año 2006.
A mediados de los setenta Bowie cantó el primer single de Pink Floyd, el increíble 'Arnold Layne', la grotesca historia de un sujeto que robaba bragas y ropas de mujer para luego ponérselas en su casa . En aquella época, la madre de Roger Waters, su amigo, alquilaba en Cambridge habitaciones para estudiantes y Syd tenía la manía de tomar las bragas de las chicas y olerlas de manera intensa para conocer la profundidad de su olor, como si se tratara de un lobo en celo.
[Fuente: Julián Ruiz en plasticosydecibelios.com]
Para mí y lo saben muchos seguidores de Plásticos y Decibelios, es mi álbum favorito de Pink Floyd. Publicado el 4 de agosto de 1967 todavía parece increíble como pudieron llegar tan lejos en aquellos años. Me parece algo sublime, majestuoso, como si descubriera las estrellas, el espacio con la música de Syd Barrett. La obra de un genio que nunca obedecía a Norman Smith. Más transgresor que Jimi Hendrix, más nihilista que el mismísimo Pete Townshend. Un absoluto genio. David Bowie siempre fue un forofo especial de Barrett.
'The piper at the gates of dawn”, a pesar de su peso vanguardista, a pesar de su supuesta falta de comercialidad, fue un éxito increíble. El álbum de la gran psicodélica. Desgraciadamente, Barrett, cada día, era un zombie al que se le iba a cabeza. Se iniciaba su gran parálisis mental. Había conciertos que lanzaba la guitarra como si fuera una granada y,en otras actuaciones, simplemente, se quedaba quieto y Pink Floyd, sin remedio, tenían que suspender la actuación.
Syd Barrett pensaba que probablemente fichar por la EMI , con un gran “status”, como los Beatles, y grabar con el mismísimo ingeniero de los Beatles. Pero no fue algo que le sentara bien al galáctico Syd. Empezó a decir que era un revolucionario y que no era famoso. Y lo que es peor : que él vivía en un “flat” alquilado y John Lennon en una mansión. Y que eso era algo absolutamente injusto.
Norman Smith, el productor e ingeniero de los Beatles, jamás le gustó nunca Syd, porque le desconcertaba en cada una de las sesiones que él dirigía con su nuevo gran grupo Pink Floyd. El cerebro de Barrett iba a la velocidad de la luz y el de Norman sólo a la velocidad de un buen artesano. Norman incluso ha contado que el único que se mostró indiferente y contestatario con los Beatles fue el propio Barrett cuando Norman les llevó al estudio 2 para que conocieran a las «majestades» de la música británica.
Fue en la primavera de 1967, mientras los Beatles esa noche grababan 'Lovely Rita', del 'Sgt. Peppers'. Roger, Nick y Rick se mostraron casi babosos con los Beatles, pero Syd llegó a decir que aquella música era una mierda, comentario que al parecer no llegó a oídos de Paul, que era el autor de la canción. Aquella noche , ellos grababan 'El Espantapájaros' de 'The piper at the gates of dawn'.
David Bowie era un forofo de Syd Barret. Incluso en su disco de versiones de 'Pin-ups' incluyó la increíble 'See Emily Play', que había sido elegida como la mejor canción psicodélica de toda la historia. Para Bowie lo que más le dejaba perplejo de Syd Barret era su fraseo, su dicción, la manera de cantar. No era lo típico de un “palurdo inglés”, sino que tenía algo más que la técnica del cantante americano.
Floyd habían grabado 'See Emily Play' en los Sound Techniques Studios de Chelsea, con el ingeniero de los Beatles, Norman Smith, como productor. Syd Barrett se inspiró para escribir el tema en la primera fan de Pink Floyd, Emily Young, que ahora es una escultora de renombre. El guitarrista David Gilmour, que tocaba en Francia con su propia banda en ese período, visitó a Floyd en el estudio durante un viaje a Londres.
Para Bowie la voz de Syd era algo de otro mundo. El amor de Bowie por Barret llegó hasta el punto de que la última vez que cantó en directo fue para rendir un pequeño tributo a Syd que Dave Gilmour, su sustituto en los Floyd, había preparado en el Royal Albert Hall, en mayo del año 2006.
A mediados de los setenta Bowie cantó el primer single de Pink Floyd, el increíble 'Arnold Layne', la grotesca historia de un sujeto que robaba bragas y ropas de mujer para luego ponérselas en su casa . En aquella época, la madre de Roger Waters, su amigo, alquilaba en Cambridge habitaciones para estudiantes y Syd tenía la manía de tomar las bragas de las chicas y olerlas de manera intensa para conocer la profundidad de su olor, como si se tratara de un lobo en celo.
[Fuente: Julián Ruiz en plasticosydecibelios.com]
Chris Ford anotó el primer triple de la historia de la NBA (1979)
La línea de tres puntos se introdujo en la NBA en la temporada 1979-80, 5 años antes que en el basket FIBA, donde se habilitó la línea de, por aquel entonces, 6.25 metros en 1984, tras la finalización de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. A diferencia de la línea de tres FIBA, donde desde 2010 la distancia es de 6.75 metros desde cualquiera de sus puntos, en la NBA las dos líneas paralelas a la banda están a 6.70 metros del aro, mientras que el arco que las une en la parte alta de la zona se sitúa a 7.24 metros de la canasta.
La primera canasta de tres puntos en la historia de la NBA se produjo en el 12 de octubre de 1979, siendo el escenario el mítico Boston Garden. Aquella jornada se daba pistoletazo de inicio a la regular season enfrentándose los míticos Celtics con los Houston Rockets en el que sería el debut de un rookie que marcaría el devenir de los de verde en la década de los 80. Nos referimos al mítico Larry Bird. A 3:47 minutos del final del primer periodo, Tiny Archibald pasaba la bola a Chris Ford (con una amplia carrera posterior en los banquillos, llegando a entrenar a los Celtics entre 1990 y 1995), que lanzaba un triple frontal que haría que su nombre pasara a los anales de la liga como la del primer jugador en anotar un lanzamiento desde la nueva línea. Una línea que, con el tiempo, revolucionaría el deporte del baloncesto.
Los Celtics probarían fortuna en tres ocasiones desde más allá de la línea de tres puntos en ese encuentro, que acabaría con victoria local por 114-106, con el único acierto de Ford. Sus rivales, los Rockets, lanzarían hasta 10 triples anotando solamente uno de la mano del mítico Rick Barry.
En esa primera campaña en la que se instauró la línea de triples en la NBA, el lanzamiento triple fue un arma casi puntual y anecdótica para los conjuntos de la mejor liga del mundo. Las franquicias NBA probaría fortuna desde esta línea 2.8 veces de media por encuentro en la fase regular con un acierto muy bajo para los parámetros actual, el 28%. Poco que ver con los 32 intentos de media en la temporada 2018-19, con un porcentaje de acierto sensiblemente superior, el 35%.
El base de San Diego Clippers Bryan Taylor fue el jugador que con más asiduidad lanzaría desde más allá desde la línea de tres puntos en aquella primera temporada del triple NBA, con 3.1 intentos por partido y un porcentaje de acierto muy considerable para la época, el 37.7%. Con todo, el jugador que firmaría un mejor porcentaje desde la larga distancia sería el del combo de los Sonics Fred Brown, firmando un sobresaliente 44.3% (39/88 T3), seguido precisamente por dos Celtics protagonistas de este artículo, Chris Ford con 42.7% (70/164 T3) y el rookie Larry Bird con 40.6% (58/143 T3).
Christopher Joseph "Chris" Ford (Atlantic City, Nueva Jersey, 11 de enero de 1949-Filadelfia (Pensilvania), 17 de enero de 2023) fue un jugador y entrenador de baloncesto estadounidense que jugó durante diez temporadas en la NBA y fue durante otras diez entrenador en diferentes equipos. Con 1,96 m de altura, jugaba de base.
Fue elegido en la segunda ronda del Draft de la NBA de 1972, en el puesto diecisiete, por Detroit Pistons. Jugó con ellos durante seis temporadas, antes de ser traspasado poco después de iniciarse la temporada 1978-79 a Boston Celtics, con los que ganó su único t´titulo de campeón en 1981. fue un gran jugador en el aspecto defensivo, apareciendo en tres ocasiones entre los diez mejores en el apartado de robos de balón de la NBA en las estadísticas. Se retiró en 1982, tras haber promediado 9,2 puntos, 3,4 asistencias, tres rebotes y 1,6 robos de balón.
En la temporada 1990-91 se hizo cargo del puesto de entrenador jefe de los Boston Celtics, a los que clasificó en cuatro (de cinco) ocasiones para los playoffs de la NBA. Pasó posteriormente por los banquillos de Milwaukee Bucks, Los Angeles Clippers y Philadelphia 76ers.
A principios de 2023, Chris Ford sufrió un ataque al corazón y fue hospitalizado. El 17 de enero, apenas unos días después de su 74 cumpleaños, Ford fallecía en Philadelphia. Se iba así el autor del primer triple de la historia de la NBA.
[fuente: northacademy.pro, 20minutos.es, Wikipedia]
La primera canasta de tres puntos en la historia de la NBA se produjo en el 12 de octubre de 1979, siendo el escenario el mítico Boston Garden. Aquella jornada se daba pistoletazo de inicio a la regular season enfrentándose los míticos Celtics con los Houston Rockets en el que sería el debut de un rookie que marcaría el devenir de los de verde en la década de los 80. Nos referimos al mítico Larry Bird. A 3:47 minutos del final del primer periodo, Tiny Archibald pasaba la bola a Chris Ford (con una amplia carrera posterior en los banquillos, llegando a entrenar a los Celtics entre 1990 y 1995), que lanzaba un triple frontal que haría que su nombre pasara a los anales de la liga como la del primer jugador en anotar un lanzamiento desde la nueva línea. Una línea que, con el tiempo, revolucionaría el deporte del baloncesto.
Los Celtics probarían fortuna en tres ocasiones desde más allá de la línea de tres puntos en ese encuentro, que acabaría con victoria local por 114-106, con el único acierto de Ford. Sus rivales, los Rockets, lanzarían hasta 10 triples anotando solamente uno de la mano del mítico Rick Barry.
En esa primera campaña en la que se instauró la línea de triples en la NBA, el lanzamiento triple fue un arma casi puntual y anecdótica para los conjuntos de la mejor liga del mundo. Las franquicias NBA probaría fortuna desde esta línea 2.8 veces de media por encuentro en la fase regular con un acierto muy bajo para los parámetros actual, el 28%. Poco que ver con los 32 intentos de media en la temporada 2018-19, con un porcentaje de acierto sensiblemente superior, el 35%.
El base de San Diego Clippers Bryan Taylor fue el jugador que con más asiduidad lanzaría desde más allá desde la línea de tres puntos en aquella primera temporada del triple NBA, con 3.1 intentos por partido y un porcentaje de acierto muy considerable para la época, el 37.7%. Con todo, el jugador que firmaría un mejor porcentaje desde la larga distancia sería el del combo de los Sonics Fred Brown, firmando un sobresaliente 44.3% (39/88 T3), seguido precisamente por dos Celtics protagonistas de este artículo, Chris Ford con 42.7% (70/164 T3) y el rookie Larry Bird con 40.6% (58/143 T3).
Christopher Joseph "Chris" Ford (Atlantic City, Nueva Jersey, 11 de enero de 1949-Filadelfia (Pensilvania), 17 de enero de 2023) fue un jugador y entrenador de baloncesto estadounidense que jugó durante diez temporadas en la NBA y fue durante otras diez entrenador en diferentes equipos. Con 1,96 m de altura, jugaba de base.
Fue elegido en la segunda ronda del Draft de la NBA de 1972, en el puesto diecisiete, por Detroit Pistons. Jugó con ellos durante seis temporadas, antes de ser traspasado poco después de iniciarse la temporada 1978-79 a Boston Celtics, con los que ganó su único t´titulo de campeón en 1981. fue un gran jugador en el aspecto defensivo, apareciendo en tres ocasiones entre los diez mejores en el apartado de robos de balón de la NBA en las estadísticas. Se retiró en 1982, tras haber promediado 9,2 puntos, 3,4 asistencias, tres rebotes y 1,6 robos de balón.
En la temporada 1990-91 se hizo cargo del puesto de entrenador jefe de los Boston Celtics, a los que clasificó en cuatro (de cinco) ocasiones para los playoffs de la NBA. Pasó posteriormente por los banquillos de Milwaukee Bucks, Los Angeles Clippers y Philadelphia 76ers.
A principios de 2023, Chris Ford sufrió un ataque al corazón y fue hospitalizado. El 17 de enero, apenas unos días después de su 74 cumpleaños, Ford fallecía en Philadelphia. Se iba así el autor del primer triple de la historia de la NBA.
[fuente: northacademy.pro, 20minutos.es, Wikipedia]
José Echegaray, primer premio Nobel español -de literatura- (1904)
José María Waldo Echegaray y Eizaguirre fue un ingeniero, dramaturgo, político y matemático español, hermano del comediógrafo Miguel Echegaray. Polifacético personaje de la España de finales del siglo XIX, mostró excelentes resultados en todas las áreas en las que se involucró. Obtuvo el cuarto Premio Nobel de Literatura en 1904, siendo el primer español en conseguirlo, y desarrolló varios proyectos en ejercicio de las carteras ministeriales de Hacienda y Fomento. Realizó importantes aportaciones a las matemáticas y a la física. Introdujo en España la geometría de Chasles, la teoría de Galois y las funciones elípticas. Está considerado como el más grande matemático español del siglo XIX. Julio Rey Pastor afirmaba: «para la matemática española, el siglo XIX comienza en 1865 y comienza con Echegaray». En 1911, fundó la Real Sociedad Matemática Española.
José Echegaray nació en Madrid el 19 de abril de 1832. Su padre, José Echegaray Lacosta, era médico y profesor de instituto, natural de Zaragoza, y su madre, Manuela Eizaguirre Charler, natural de Azcoitia, Guipúzcoa. Con 5 años de edad su familia se trasladó a Murcia, por motivos laborales de su padre, donde pasó su infancia y realizó los estudios correspondientes a la enseñanza primaria. Fue allí, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Murcia, donde comenzó su afición por las matemáticas. «Obtenido el grado de bachiller», se trasladó a Madrid y tras conseguir el título en el Instituto San Isidro, ingresó en 1848 en la primitiva Escuela de Caminos. Cumplidos los veinte, salió de la Escuela de Madrid con el título de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que había obtenido con el número uno de su promoción, y se tuvo que desplazar a Almería y Granada para incorporarse a su primer trabajo.
José Echegaray nació en Madrid el 19 de abril de 1832. Su padre, José Echegaray Lacosta, era médico y profesor de instituto, natural de Zaragoza, y su madre, Manuela Eizaguirre Charler, natural de Azcoitia, Guipúzcoa. Con 5 años de edad su familia se trasladó a Murcia, por motivos laborales de su padre, donde pasó su infancia y realizó los estudios correspondientes a la enseñanza primaria. Fue allí, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Murcia, donde comenzó su afición por las matemáticas. «Obtenido el grado de bachiller», se trasladó a Madrid y tras conseguir el título en el Instituto San Isidro, ingresó en 1848 en la primitiva Escuela de Caminos. Cumplidos los veinte, salió de la Escuela de Madrid con el título de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que había obtenido con el número uno de su promoción, y se tuvo que desplazar a Almería y Granada para incorporarse a su primer trabajo.
En unión de Gabriel Rodríguez fundó El Economista, revista en la que escribió numerosos artículos, iniciando de esta manera una actividad periodística que no abandonaría a lo largo de toda su vida. Asimismo, participó en el establecimiento, en abril de 1850, de la Asociación para la Reforma de los Aranceles y, también, fue ponente en las conferencias dominicales sobre la educación de la mujer (Universidad de Madrid), con la conferencia 'Influencia del estudio de las ciencias físicas en la educación de la mujer' (Madrid, 1869).
En su juventud leía a Goethe, Homero y Balzac, lecturas que alternaba con las de matemáticos como Gauss, Legendre y Lagrange. José Echegaray mantuvo una gran actividad hasta su muerte, ocurrida el 14 de septiembre de 1916 en Madrid. Su extensa obra no dejó de crecer en la vejez: en la etapa final de su vida escribió 25 o 30 tomos de Física matemática.
En 1854 comenzó a dar clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos haciéndose cargo de la secretaría de la misma. Allí dio clases de matemáticas, estereotomía, hidráulica, geometría descriptiva, cálculo diferencial y física desde ese año hasta 1868. De 1858 a 1860 también fue profesor de la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas.
Diez años más tarde, cuando contaba treinta y dos años de edad, fue elegido miembro de la Real Academia de las Ciencias Exactas. El discurso de ingreso, titulado 'Historia de las matemáticas puras en nuestra España', en el que hizo un balance, exageradamente negativo y con determinadas lagunas, de la matemática española a través de la historia y en el que defendía la «ciencia básica» frente a la «ciencia práctica», fue fuente de una gran polémica.
En su carrera como científico y profesor publicó muchas obras sobre física y matemáticas, algunas de ellas, publicadas en su primera etapa, si bien Echegaray estuvo escribiendo hasta el final de sus días.
Tras la Revolución de 1868 y la entrada de Prim en Madrid, Ruiz Zorrilla, con el que había participado activamente en la fundación del Partido Radical, nombró a Echegaray Director General de Obras Públicas, cargo que ocuparía hasta 1869, cuando fue nombrado Ministro de Fomento (1870 y 1872) y de Hacienda entre 1872 y 1874. En 1870 formó parte de la comisión que recibió al rey Amadeo de Saboya en Cartagena. Como Ministro de Fomento realizó la Ley de Bases de Ferrocarriles.
La abdicación de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873 hizo que el gobierno de Ruiz Zorrilla fuera destituido y se formara un nuevo gabinete republicano que sería depuesto con la entrada del ejército en el Congreso en enero de 1874 al mando de Pavía. Al golpe siguió la formación de un gobierno de concentración, el cual volvió a requerir los servicios de Echegaray como Ministro de Hacienda, desde donde se le daría al Banco de España el carácter de banco nacional con el monopolio de emisión de billetes.
Dejó el Ministerio de Hacienda para dedicarse a la literatura. En 1905, regresó de nuevo al Ministerio de Hacienda durante el reinado de Alfonso XIII, desaparecido su fervor republicano. Fue además senador vitalicio y presidente del Consejo de Instrucción Pública.
En 1865, comenzó su actividad literaria con 'La hija natural', aunque no llegó a estrenarla en esa época. Luego, en 1874, escribió 'El libro talonario', considerada el comienzo de su producción como dramaturgo, con el pseudónimo anagramático de "Jorge Hayeseca". Estrenó 67 obras de teatro, 34 de ellas en verso, con gran éxito entre el público de la época, aunque desprovistas de valor literario para la crítica posterior. En 1896 fue elegido miembro de la Real Academia Española. En su primera época sus obras estaban inmersas en la melancolía romántica, muy propia de la época, pero más adelante adquirió un tono más social con una evidente influencia del noruego Henrik Ibsen.
En 1904, Echegaray compartió el Premio Nobel de Literatura con el poeta provenzal Frédéric Mistral, convirtiéndose así en el primer español en recibir un premio Nobel. El premio le fue entregado en Madrid, el 18 de marzo de 1905, por el rey y la comisión sueca organizadora. La concesión del Nobel de Literatura escandalizó a las vanguardias literarias españolas y, en particular, a los escritores de la generación del 98. En ese tiempo Echegaray no era considerado un dramaturgo excepcional y su obra era criticada muy duramente por escritores de tanto relieve como Clarín o Emilia Pardo Bazán, aunque de un modo no siempre consecuente. En el propio Clarín pueden leerse críticas elogiosas. Él mismo mantuvo siempre una actitud distante con sus obras, no obstante contaba con la admiración de autores como Bernard Shaw o Pirandello. Pero Echegaray tenía un gran prestigio en la España de principios del siglo XX, un prestigio que alcanzaba los campos de la literatura, la ciencia y la política y una asentada fama en la Europa de su tiempo. Sus obras triunfaron en ciudades como Londres, París, Berlín y Estocolmo.
Fue presidente del Ateneo de Madrid (1898-1899); presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles durante el periodo 1903 a 1908; miembro de la Real Academia Española donde ocupó el sillón "e" minúscula entre 1894 y 1916; Senador vitalicio (1900) y dos veces presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894-1896 y 1901-1916); primer presidente de la Sociedad Española de Física y Química, creada en 1903; catedrático de Física matemática de la Universidad Central de Madrid (1905); presidente de la sección de Matemáticas de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (1908); y primer presidente de la Sociedad Matemática Española (1911). En 1907, a propuesta de Ramón y Cajal, la Academia de Ciencias creó la Medalla Echegaray y se le concedió a José Echegaray la primera de ellas.
[Fuente: Wikipedia]
En su juventud leía a Goethe, Homero y Balzac, lecturas que alternaba con las de matemáticos como Gauss, Legendre y Lagrange. José Echegaray mantuvo una gran actividad hasta su muerte, ocurrida el 14 de septiembre de 1916 en Madrid. Su extensa obra no dejó de crecer en la vejez: en la etapa final de su vida escribió 25 o 30 tomos de Física matemática.
En 1854 comenzó a dar clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos haciéndose cargo de la secretaría de la misma. Allí dio clases de matemáticas, estereotomía, hidráulica, geometría descriptiva, cálculo diferencial y física desde ese año hasta 1868. De 1858 a 1860 también fue profesor de la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas.
Diez años más tarde, cuando contaba treinta y dos años de edad, fue elegido miembro de la Real Academia de las Ciencias Exactas. El discurso de ingreso, titulado 'Historia de las matemáticas puras en nuestra España', en el que hizo un balance, exageradamente negativo y con determinadas lagunas, de la matemática española a través de la historia y en el que defendía la «ciencia básica» frente a la «ciencia práctica», fue fuente de una gran polémica.
En su carrera como científico y profesor publicó muchas obras sobre física y matemáticas, algunas de ellas, publicadas en su primera etapa, si bien Echegaray estuvo escribiendo hasta el final de sus días.
Tras la Revolución de 1868 y la entrada de Prim en Madrid, Ruiz Zorrilla, con el que había participado activamente en la fundación del Partido Radical, nombró a Echegaray Director General de Obras Públicas, cargo que ocuparía hasta 1869, cuando fue nombrado Ministro de Fomento (1870 y 1872) y de Hacienda entre 1872 y 1874. En 1870 formó parte de la comisión que recibió al rey Amadeo de Saboya en Cartagena. Como Ministro de Fomento realizó la Ley de Bases de Ferrocarriles.
La abdicación de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873 hizo que el gobierno de Ruiz Zorrilla fuera destituido y se formara un nuevo gabinete republicano que sería depuesto con la entrada del ejército en el Congreso en enero de 1874 al mando de Pavía. Al golpe siguió la formación de un gobierno de concentración, el cual volvió a requerir los servicios de Echegaray como Ministro de Hacienda, desde donde se le daría al Banco de España el carácter de banco nacional con el monopolio de emisión de billetes.
Dejó el Ministerio de Hacienda para dedicarse a la literatura. En 1905, regresó de nuevo al Ministerio de Hacienda durante el reinado de Alfonso XIII, desaparecido su fervor republicano. Fue además senador vitalicio y presidente del Consejo de Instrucción Pública.
En 1865, comenzó su actividad literaria con 'La hija natural', aunque no llegó a estrenarla en esa época. Luego, en 1874, escribió 'El libro talonario', considerada el comienzo de su producción como dramaturgo, con el pseudónimo anagramático de "Jorge Hayeseca". Estrenó 67 obras de teatro, 34 de ellas en verso, con gran éxito entre el público de la época, aunque desprovistas de valor literario para la crítica posterior. En 1896 fue elegido miembro de la Real Academia Española. En su primera época sus obras estaban inmersas en la melancolía romántica, muy propia de la época, pero más adelante adquirió un tono más social con una evidente influencia del noruego Henrik Ibsen.
En 1904, Echegaray compartió el Premio Nobel de Literatura con el poeta provenzal Frédéric Mistral, convirtiéndose así en el primer español en recibir un premio Nobel. El premio le fue entregado en Madrid, el 18 de marzo de 1905, por el rey y la comisión sueca organizadora. La concesión del Nobel de Literatura escandalizó a las vanguardias literarias españolas y, en particular, a los escritores de la generación del 98. En ese tiempo Echegaray no era considerado un dramaturgo excepcional y su obra era criticada muy duramente por escritores de tanto relieve como Clarín o Emilia Pardo Bazán, aunque de un modo no siempre consecuente. En el propio Clarín pueden leerse críticas elogiosas. Él mismo mantuvo siempre una actitud distante con sus obras, no obstante contaba con la admiración de autores como Bernard Shaw o Pirandello. Pero Echegaray tenía un gran prestigio en la España de principios del siglo XX, un prestigio que alcanzaba los campos de la literatura, la ciencia y la política y una asentada fama en la Europa de su tiempo. Sus obras triunfaron en ciudades como Londres, París, Berlín y Estocolmo.
Fue presidente del Ateneo de Madrid (1898-1899); presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles durante el periodo 1903 a 1908; miembro de la Real Academia Española donde ocupó el sillón "e" minúscula entre 1894 y 1916; Senador vitalicio (1900) y dos veces presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894-1896 y 1901-1916); primer presidente de la Sociedad Española de Física y Química, creada en 1903; catedrático de Física matemática de la Universidad Central de Madrid (1905); presidente de la sección de Matemáticas de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (1908); y primer presidente de la Sociedad Matemática Española (1911). En 1907, a propuesta de Ramón y Cajal, la Academia de Ciencias creó la Medalla Echegaray y se le concedió a José Echegaray la primera de ellas.
[Fuente: Wikipedia]
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